martes, 22 de diciembre de 2009

WITOLD GOMBROWICZ Y LA ALEMANA PSICOPÁTICA

JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y LA ALEMANA PSICOPÁTICA


“Pienso y pienso... ya llevo tres semanas pensando... ¡y no entiendo nada! ¡No entiendo nada! Finalmente ha venido L., la ha examinado detenidamente y dice lo mismo, ¡que al menos vale ciento cincuenta mil dólares! ¡Al menos! Situada en un pinar, seco, crujiente bajo las suelas de los zapatos, como sacado de Polonia, con un regio panorama de montañas, con una vista principescas a una sucesión de castillos (...)”
“St. Paul, Cagnes, Villenueve, como surgidos de las luminosas aguas del mar. Un bello recibidor de roble en la planta baja y tres grandes habitaciones en fila. En la primera planta, otras dos habitaciones con un espacioso baño común. Unas terrazas sólidas y... ¿Por qué sólo quiere cuarenta y cinco mil (pero en efectivo)? ¿Se ha vuelto loco? Ese ricachón ignoto... ¿quién es? ¿Será un lector mío? ¿Será este precio únicamente para mí? (...)”

“El abogado dice: éstas son las disposiciones que me han dado??? No puedo pensar nada más. En todo caso veinte mil también me irían bien... ¿Comprar? He comprado”. Cuando Gombrowicz se enteró de que había ganado el Premio Internacional de Literatura lo primero que atinó a hacer fue a preparar una lista de sus enemigos literarios, regocijándose de antemano con la amargura desesperante que les iba a producir.
Ya con el premio en la mano escribe el famoso diario del hijo ilegítimo para mortificar a sus enemigos polacos de Londres. En este diario relata cómo después de algunas dudas se compra una casa con los veinte mil dólares del Premio Formentor, y cómo la empieza a decorar con cuadros, tapices y muebles del gusto más refinado. Una carta que le llega de la Argentina le anuncia que Henryk quiere aparecer por la casa para darle una sorpresa.

Entonces se le despiertan unos recuerdos sombríos sobre una mulatona llamada Rosa, y la alegría que le había aparecido con la mudanza se le esfuma. La oscura mulatona era como las algas en el fondo del agua, una cosa negruzca que se distingue mal. En el lugar comienzan las habladurías, chismean que el señor Gombrowicz espera la llegada de alguien de la familia.
Tener un hijo era una idea que no había tenido en toda su vida, pero le importaba poco que fuera legítimo o ilegítimo, su desarrollo espiritual y su evolución intelectual lo ponían fuera de la órbita de ese dilema. Sin embargo, el hecho de que un semimulato se le acercara con su tierno papi... ¿estará bien de salud? Tenía miedo de la visita porque Henryk podía chantajearlo, un hijo suyo concebido con una mulatona indefinida, en una noche de hotel que se abismó en las tinieblas del olvido.

De una fealdad negra le surge un hijo ilegítimo que quizás no esté bautizado ni tenga partida de nacimiento. Una negrura tenebrosa, tropical y hotelera desbordante de ilegitimidad se le anuncia desde la Argentina. Al comienzo de este diario, en el que relata episodios completamente falsos, nos dice que la casa estaba tasada en ciento cincuenta mil dólares, pero que el dueño sólo le pedía cuarenta y cinco mil en la mano, posiblemente porque se trataba de un admirador ricachón.
Y el final de este diario es una obra maestra con la que tortura sin piedad a sus enemigos polacos londinenses. “¡Un hijo ilegítimo que ronda/ la ilegitimidad redonda del hijo!/ ¡El despacho redondo de Rosa/ En que fue concebido el hijo! (...) ¡Vendo! ¡Vendo! ¡Vendo! ¡Vendo muy barata una villa con sus habitaciones en fila, con terrazas sólidas y vistas panorámicas en un pinar y con un despacho redondo! (...)”

“Vendo al hijo y a Rosa con sus alcobas y redondeces. Urgente vendo una villa en muy buenas condiciones Tel. 36-580-1 de 15 a 17 h. He vendido por doscientos catorce mil dólares, con alcobas con vista panorámica, hijo y mulata. ¡Me he quedado sin nada!”. Cuando Gombrowicz murió aparecieron polacos de buena voluntad, salidos de todos los rincones, que se dispusieron a difundir la palabra del maestro por el mundo bajo el ala protectora de la Vaca Sagrada.
Gombrowicz ha tenido muy mala suerte con el cine porque los polacos, cuando se trata de él, juegan a ver quién se hace más el loco. Desde el “Ferdydurke” de Skolimoski hasta la “Historia” de Gregorz Jarzyna los cineastas polacos se han ocupado de escribir guiones con el propósito evidente de malograr las ideas de Gombrowicz.

Pero el fragmento del “Diario” con la historia del hijo ilegítimo despertó la imaginación de dos gansos polacos que se vinieron a Buenos Aires para filmar la peor película sobre Gombrowicz de todos los tiempos. El Larguirucho y el Pegajoso se trajeron el argumento bajo el poncho, bien oculto, cayeron por Buenos Aires con el propósito avieso de burlarse de nosotros, unos pobres ancianos escleróticos.
Se valieron de un cuento que podría tener un equivalente en la Argentina si a alguien se le ocurriera hacer una película con la vida del General Don José de San Martín y escribiera un guión sobre la base de que encontraron al Santo de la Espada fornicando con una africana. “Una carta de Argentina” relata una investigación que hace El Pegajoso en Buenos Aires sobre el hijo ilegítimo de Gombrowicz a quien finalmente encuentra.

A pesar de que le ofrecimos alguna resistencia intentando establecer un línea de defensa con el Ministro de Cultura de Polonia, a la sazón Slawomir Ratajski, que intercedió en nuestro favor, los guapos de Polonia se salieron con la suya y pasaron el film por la televisión polaca. Desgraciadamente también lo exhibieron en el cine, en funciones especiales, en ciclos de revisión y también aquí, en la Argentina, en la mismísima Embajada de Polonia.
En efecto, el Esperpento, de vuelta de una viaje a Radom, había traído una copia del film, y le propuso a Eugeniusz Noworyta pasarlo en la embajada con la única condición de que yo no fuera invitado. Nuestras relaciones, nunca del todo buenas, habían sufrido un brusco enfriamiento y se habían puesto tensas en la casa de Madame du Plastique cuando puse al descubierto que, soto voce, se lo conocía entre nosotros como el Esperpento, un mote que le había puesto Flor de Quilombo.

Para el año del centenario me apoderé de la Embajada de Polonia y, por intermedio del que ahora era el embajador, Slawomir Ratajski, también me apoderé del Centro Cultural Borges y de la Feria del Libro, excluyendo en forma absoluta la participación del Esperpento en estos eventos. Cuando el Larguirucho y el Pegajoso desembarcaron en Buenos Aires se pusieron en contacto de inmediato con la Alemana Psicopática.
Esta germana era muy atractiva, pero también era siniestra. Todo parecía hermoso y plácido, pero el diablo estaba emboscado detrás de los polacos. La Alemana Psicopática se comportaba en forma eficiente, su conquista más destacada la había obtenido casándose con un Kepler, descendiente directo del astrónomo Juan Kepler, el de las leyes de la órbitas planetarias.

Otro comparsa de esta historia verdadera es Roman Pawlowski, un periodista polaco que puso al descubierto el aspecto insubstancial y bufonesco de la película en la “Gazeta Wyborcza”. “En la película, de igual manera que en el ‘Diario’, la verdad se mezcla con la fantasía y la mentira con el drama. Pacek y Peña hacen retratos de las personas que pertenecieron al círculo de Gombrowicz (...)”
“Los personajes tienen rasgos casi folletinescos que van desde la conversación con el pintor Janusz Eichler que en vez de hablar sobre Gombrowicz repele los ataques de los mosquitos, hasta la escena en la que Juan Carlos Gómez con lágrimas en los ojos dirige la novena sinfonía de Beethoven, el compositor preferido de Gombrowicz. Sobre “Una carta de Argentina” se levanta el espíritu travieso de Witold Gombrowicz y es por este espíritu que vale la pena verla”

Todo terminó mal, basta conocer las últimas explosiones que se produjeron en esta reacción en cadena que tuve con el Larguirucho. “Jamás se me cruzó por la cabeza que podía existir un gusano farsante tan grande como vos. Cada vez que pienso en lo que hicieron se me revuelven las tripas de indignación (...) Los que se ocupan de hacer películas sólo entienden el mundo que pasa por el objetivo, lo que entra en la lente existe, lo demás tiene poca importancia (...)”
“A esta limitación general vos le agregaste otra, una idea idiota e inmoral, inmoral porque vos te viniste para acá con la aviesa intención de demostrar que el medio argentino en el que se había desenvuelto Gombrowicz era mediocre, y para probarlo hicieron todo lo posible por mostrarnos en una situación inferior recurriendo a la provocación con el hijo bastardo y al embotamiento con el alcohol (...)”

“La participación del Pegajoso en ese sentido es terrible, a cada paso se nota en la película cómo se está burlando de nosotros. Tengo también buenos recuerdos tuyos; nuestras sesiones de ajedrez, de ginebra, de vodka, de champaña –una borrachera casi permanente acompañada siempre por la mirada vigilante de la Alemana Psicopática, tu cómplice femenina– no fructificaron en espíritu como se ve muy claro en la película. No voy a permitir que un mocoso como vos no atienda al hinchamiento de mi personalidad, que se hincha y se hincha en el mundo entero y no sé si no voy a reventar”



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