WITOLD GOMBROWICZ Y CARLOS YUSTI
Cuando apareció “Gombrowicz en Argentina”, el libro de la Vaca Sagrada, “Página 12” publicó una extensa nota en la que dio cabida a muchos nombres menos al mío, aún a sabiendas de que yo soy el representante de Gombrowicz en la tierra. Esta mezquindad en la que seguramente participaron el Buey Corneta , el Ezquizoide y el Perverso fue tomada inmediatamente por el Dalí Selvático: “Goma te dejan otra vez afuera”
Este sarcástico gombrowiczida le agrega un toque de ironía a un hecho que tiene la elocuencia de todos los hechos, efectivamente me dejaron afuera. Es un admirador incondicional de Gombrowicz, un gombrowiczida que nos hace llegar su entusiasmo desde la lejana Venezuela. En el final de una nota sobre Gombrowicz muy bien escrita reconoce una verdad amarga.
“Si hubiese leído a Gombrowicz a los quince años de seguro no me hubiese convertido en un semiautor, en una tía cultural que escribe para los periódicos, pero así es la vida”
El Dalí Selvático desempeña dos de las ocupaciones que le ponían los pelos de punta a Gombrowicz, la de pintor y la de periodista. En tanto que periodista acaba de publicar una nota en “Letralia” en la que muestra una habilidad que le resulta indispensable a todo periodista que se precie de serlo: destilar veneno.
“A través de la Internet conocí a un escritor cuyo único tema de sus conversaciones, libros, crónicas, entrevistas, cartas y correos electrónicos giran en torno a la vida y desmilagros del escritor polaco Witold Gombrowicz. Mi vinculación virtual con tan singular personaje surgió a raíz de un texto que escribí sobre el autor de Ferdydurke. Esto fue suficiente para que me incluyera como miembro del club de los gombrowiczidas (...)”
“A este club pertenecen todos aquellos que han escrito o se han vinculado de alguna manera con Gombrowicz. Como miembro tengo derecho a un seudónimo y a formar parte de la mitología que flota alrededor del escritor polaco. Mi mote, mi alias en club tan selecto es Dalí Selvático (...)”
“Todas las mañanas (incluso los domingos) llega puntual a mi correo un texto sobre Gombrowicz escrito por el sumo pontífice de los gombrowiczidas: Juan Carlos Gómez (conocido como Goma). Son textos que cuentan chismes, anécdotas, viñetas malintencionadas, críticas deslenguadas de Gombrowicz y otros miembros del club. Goma tiene una escritura vitriólica y una verborrea que no se anda por las ramas para atacar y defenderse (...)”
“Goma conoció en persona a Gombrowicz, fue su amigo durante su periplo argentino y desde entonces se ha convertido en el albacea radical de su memoria. Ha publicado algunos libros sobre Gombrowicz que son referencia obligada. Aquella manoseada frase de Groucho (“Nunca pertenecería a un club que tuviera como socio a un individuo como yo”) no me consuela ni me hace gracia, en lo absoluto.
Pero, hay que decirlo, el caso de Goma obsesionado por un tema (o un autor) no es el único que se conoce en la historia de la literatura. Baudelaire estaba obsesionado con Poe, Max Brod con Kafka, María Kodama quizá lo esté con Borges, el escritor de origen irlandés Ian Gibson con Lorca y James Boswell con Samuel Johnson. Cuestión que tampoco me consuela (...)”
“No sé, pero hay algo aterrador (o que pertenece al submundo de las noveletas de misterio) en que un escritor termine con un tema recurrente, con una idea fija sobre otro, y eso sin duda es peor que la inmortalidad con plaza y busto de falso bronce. Goma sabe de su inclinación, un tanto maniática, por el escritor polaco, y a la sazón escribe: ‘Los investigadores de los pasos que han dado los hombres de letras en el transcurso de sus vidas son unos obsesos que persiguen los detalles. Gombrowicz carga sobre sus espaldas unos cuantos de estos especialistas, algunos de ellos forman parte del club de gombrowiczidas. (...) El camino que siguen los grandes escritores después de muertos está compuesto de una mezcla de asuntos cuyas proporciones varían a medida que pasa el tiempo. Los ingredientes de esa mezcla son la propia obra del hombre de letras, los testimonios de los que lo conocieron, una gran variedad de documentos, y los escritos de los que escriben sobre el muerto’ (...)”
“Creo que Goma sabe el terreno inestable y nervioso que pisa. Sabe a la perfección que no puede impedir que otros escritores comenten y escriban sobre Witold Gombrowicz, que también participen de esa mitología que el fiel Goma ha creado y cuya única patente de corso es haberlo conocido, haber sido su amigo, confidente y receptor de un buen número de sus cartas (...)”
“Me intriga Goma en sus dos vertientes: como caso clínico y como escritor. Si sus intereses hubiesen sido otros quizá habría escrito una obra tan original como la de su idolatrado amigo polaco. Convertirse en la sombra caligráfica de la memoria de un escritor muerto tiene algo de necrofilia poética, pero en este universo siempre sorprendente de la literatura todo se encuentra en esa línea delgada de la imaginación y lo inesperado (...)”
Este diagnóstico epigramático que me hace el Dalí Selvático, aunque un poco limitado y prudente, me hace recordar a otro que me viene de la lejana Polonia, escrito por la Vaca, un filólogo ilustrísimo que dicta cátedra en la Universidad Jaguellónica de Cracovia y uno de los creadores de la gombrowiczología.
“(....) Pero... la maldición de Gómez es la de que no se nos mostró como artista y sólo brilla con la luz que refleja (...) Estaría contento si consiguiera para sí mismo la fama y los aplausos que consiguió Gombrowicz en forma auténtica, pero esos materiales no le alcanzan para una túnica real (...) ‘¿Podrías arrodillarte delante de mí y llamarme genio?’, me propuso este juego al estilo Gombrowicz. El juego es una cosa buena pero después de un rato renace la necesidad de algo más serio (...)”
“Gómez, no sólo se enamoró de Gombrowicz, también tomó de él el deseo de la celebridad y de la grandeza pero sin la determinación y la fuerza creativa necesarias. Este alumno sabe imitar el gran gesto del maestro pero ese gesto vacío es como el duelo final del ‘Transatlántico’ (...)”
El domingo que siguió al día de nuestras exposiciones en la Feria del Libro del año del centenario, me encontré con la Vaca en lo de Madame du Plastique que homenajeó a los tres ponentes con un almuerzo en dio en su casa de San Isidro. Yo exclamé, en tanto que representante de Gombrowicz en la tierra, que le exigía a la Vaca que se arrodillara delante de mí y me consagrara genio por los siglos de los siglos en la mismísima Polonia y en el mundo entero.
Me había dicho que sólo lo haría, cuando se lo pedí por primera vez en 1998, en el momento que yo me manifestara como escritor con una obra. El momento había llegado, pero la pobre Vaca estaba cansada con tanto trajín y con el viaje, y en vez de arrodillarse y de consagrarme genio, se durmió.
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