miércoles, 13 de abril de 2011

WITOLD GOMBROWICZ Y LOS COMPARSAS DE TANDIL

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JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS



WITOLD GOMBROWICZ Y LOS COMPARSAS DE TANDIL



“En un vagón restaurante: las cinco de la tarde; nos acercamos a Tandil, que desde aquí recuerda a Salzburgo: la esbelta torre de una iglesia entre las montañas. Unos torrentes de resplandores primaverales atraviesan el espacio, el sol tiembla en el aire, los colores se desprenden uno tras otro de los prados y se elevan hasta disiparse en los confines del cielo. Ensoñación. Calor... El tren se ha parado en medio de los campos (...)”
“A través de la ventana, delante de mí, veo la hierba, los rieles y un pedazo de papel. ¡Cómo cansa todo esto! Lo he visto mil veces. Miles de veces el tren paraba y yo veía: los rieles y un pedazo de papel. Hipnotizado por el papel, no aparto de él la vista, espero que el tren arranque y el papel se aleje, abandonado. Lo he hecho ya mil veces. Yo, el papel y los rieles. Los rieles, yo y el papel. El papel, los rieles y yo”

“Hace unos días llegué a Tandil y me alojé en el hotel Continental. Tandil, pequeña ciudad de setenta mil habitantes, entre montañas no muy altas, erizadas de piedras como fortalezas; he venido aquí porque es primavera y para librarme del todo de los microbios de la gripe asiática. Pensaba en los medios para penetrar en la ciudad de la que me habían advertido: ‘Te aburrirás de aburrimiento en Tandil’ (...)”
“Ayer alquilé por una módica suma un apartamento delicioso un poco en las afueras de la ciudad, al pie de la montaña, allí donde se alza una gran puerta de piedra, en la unión de un parque con un bosque de eucaliptos y coníferas”. Gombrowicz pasó varias temporadas en Tandil. En la primera temporada entra a la ciudad recordando a Salzburgo y se marcha de Tandil mencionando a los mártires de Nuremberg.

Gombrowicz llega a Tandil y se prepara para desempeñar el papel de Cristóbal Colón. “Ferreyra llegó al bar excitado y divertido; después de su infaltable y ceremonioso saludo me contó, conteniendo la risa, gran parte de una extraña novela que había encontrado enmohecida en un estante de la biblioteca. Se llamaba ‘Ferdydurke’. El libro había sido hallado sin abrir, las páginas virginalmente cerradas (...)”
“Juan Carlos Ferreyra fue su primer lector, yo fui el segundo, Jorge Vilela el tercero y Mariano Betelú el cuarto. Exceptuando algunos pocos admiradores y amigos que lo distinguíamos con nuestra atención por lo demás fue cuidadosamente ignorado y sepultado por la casi totalidad del medio literario argentino y por muchas de sus grandes figuras (...)”

“Los mismos señores que se deleitaban con las extravagancias de Rimbaud y escribían y hablaban humanitaria y comprensivamente de él, cuando se encontraron con las extravagancias de Gombrowicz olvidaron su espíritu comprensivo y humano. Claro está, nadie les había dicho si Gombrowicz era un artista o un farsante, y en cambio sí les habían dicho que Rimbaud era un artista”
El Ingeniero Fireire, el Asno, Marlon y Flor de Quilombo fueron pues los que descubrieron y desparramaron en Tandil el inmarcesible “Ferdydurke”. Esta joven comparsa de intelectuales tandilenses era admiradora de Arthur Rimbaud, una verdadera contrariedad para Gombrowicz pues ese personaje era poeta y francés. Sin embargo, existía un punto de contacto entre ellos: la modernidad.

Caracterizado por su afán de destrucción y por su rebeldía, Rimbaud concibe la poesía como medio de exaltar la vida. La obligación del poeta era la de agotar todas las formas de amor, de sufrimiento y de locura para alcanzar lo desconocido. En otra de las actualizaciones de su inmadurez Gombrowicz conoce a los jóvenes de Tandil, por ese entonces el centro de la importancia era ocupado por la ligereza de la adolescencia.
“También soy colega de Cox, un chico largo y flaco de diecisiete años que tiene algo de botones de un hotel de gran ciudad...: familiaridad con todo y experiencia de todo. La más perfecta falta de respeto que jamás haya visto, una tremenda mundología, como si hubiera llegado a Tandil directamente de Nueva York (sin embargo, nunca ha ido ni siquiera a Buenos Aires) (...)”

“A éste joven no lo va a impresionar nada, posee una incapacidad total de sentir cualquier jerarquía y un cinismo que consiste en saber guardar una apariencia amable. Es una sabiduría proveniente de la esfera inferior, la sabiduría de un pilluelo, de un vendedor de periódicos, de un ascensorista, de un mozo de recados, para quienes la esfera superior tiene valor en la medida en que se le puede sacar dinero (...)”
“Churchill y Picasso, Rockefeller, Stalin, Einstein son para estos muchachos de Tandil caza mayor que desplumarían hasta la última propina si los pescaran en el hall del hotel. Semejante actitud hacia la Historia en este chico Cox me tranquiliza y hasta me alivia, me proporciona una igualdad más auténtica que aquella otra, hecha de consignas y teorías. Descanso”.

El desorden, la confusión y la torpeza de una existencia que elegía la idiotez para relacionarse con los demás fueron para él la mejor escuela en la se formó y que le permitió más adelante sobresalir y entrar en el gran mundo. Sus aventuras en Tandil eran controladas por la mirada bondadosa de Deolinda de Mauro, la dueña de la casa donde pasaba las vacaciones.
“Un día lo invitaron a la casa de los Santamarina, una familia muy importante: –¿Y va a ir a comer a la casa de esas personas con una camisa tan sucia?, espere, voy a buscar un trapo y se la limpio con un poco de alcohol. A Witoldo le gustaba estar en el living durante los grandes calores. Cuando yo salía a dar un paseo abría la despensa y me robaba algunas frutas (...)”

“Un día lo sorprendí y se apresuró a tragar la que tenía en la boca: –¡Qué desgracia tener un ladrón en casa, además sucio! Tenía ganas de reírse, pero no se rió porque era un hombre de mundo. Poco a poco comprendí que era un escritor. Un día se enteró de que sus libros habían sido aceptados en Francia: –Señora, señora, me han escrito, mire esta carta, me aceptan; –Oh, Witoldo, qué alegría, ¿no deberíamos hacer un fiesta? (...)”
“Preparé una corona de laureles, se la puse en la cabeza, Mariano y yo nos paramos al lado de su silla, y él firmó el contrato. No era espontáneo, pero uno podía comprender que tenía ganas de contar con amigos, aunque no le resultara fácil; no todos estamos hechos de la misma manera. Nos escribía cartas, eran hermosas, muy cortas. En una de las últimas escribió: ‘Me acuerdo de ustedes y no quiero que me olviden’”

A medida que Gombrowicz va siendo atraído por Tandil siente la necesidad de manifestar su desprecio. “¡En Tandil soy el más célebre! ¡Nadie puede igualarse conmigo! Ellos son setenta mil inferiores... Por todas partes llevo mi cabeza en alto como una lámpara. Callejeo por Tandil. Su trajín monótono: sus actividades mortalmente rutinarias, la previsión de hormiga, la paciencia de caballo, la pesantez de vaca, mientras yo, yo (...)”
“No puedo llegar hasta nadie, porque todos están sumergidos en sus propias cosas y además su soledad es absolutamente insondable, cada cual va detrás de los suyo, es una soledad de animales, de caballos, de ranas, de peces. Toda la ciudad es un gran trajín”. Las relaciones que tenía Gombrowicz con los jóvenes despertaban algunas sospechas aún en las personas bien intencionadas.

“Este Asno se llama Jorge Di Paola. Fui yo quien lo bautizó como 'Asno' en un acceso de sarcasmo, y a partir de entonces se convirtió en Asno para sus amigos, sinceramente regocijados con ello. Porque el caso es que Mariano Betelú a menudo tartamudeaba; en un principio no comprendí bien qué era lo que lo hacía tan simpático a ese joven conscripto (...)”
“Sólo al día siguiente comprendí que a consecuencia de su tartamudeo debía esforzarse para lograr un mayor esmero en el habla, y ello –unido a su cara española, viva como en una película de mil aventuras– lo dotaba de una particular sociabilidad. Pero un día se me trabó la lengua y de ‘Colimba’ hice ‘Quilombo’. Che, Quilombo, ¿cómo estás? –solía decirle con cortesía refinada (...)”

“Esta modalidad establecía entre nosotros una distancia que facilitaba la aproximación”. Del tartamudeo y del servicio militar nació entonces Flor de Quilombo, el más logrado de todos los apodos. A pesar de la ingenuidad poética con la que lo presentaba Gombrowicz, Quilombo fue el proveedor habitual de todos los esperpentos que circulaban entre nosotros.
A pedido de Gombrowicz, inventó un mote para mí, Goma, y quedó Goma para siempre. El mismo Flor de Quilombo pone al descubierto el carácter un tanto dudoso de sus relacionas amistosas con Gombrowicz cuando le pide unos pesos para cubrir unos gastos. “Viejo, es que vos sos para mí como un padre espiritual y yo no se lo podría pedir a nadie más (...)”

“Sos como un padre potencial; –Mira Flor, esto es el colmo del descaro. Es curioso que yo, diríamos un impotente, me transforme en un padre potencial, además de no haber tenido, y esto sea dicho con el mayor respeto del mundo, el placer con tu mamá. Viejo, ¿te das cuenta de las estupideces que hablamos? Por supuesto que existe un solo culpable”.
También circulaban a una gran velocidad las noticias sobre sus relaciones con las nínfulas que en aquel tiempo se empezaron a llamar lolitas. Hay dos lolitas de Gombrowicz que se hicieron famosas, la lolita Crisamor de Tandil, y la lolita Lolaluca de Buenos Aires. Gombrowicz le pedía a Flor de Quilombo que le mostrara las cartas de las novias para hacer estudios psicológicos sobre el estilo y la forma.

Se detenía especialmente en las de Crisamor: –Pero, ¿no te das cuenta que son cartas de amor?, está mortalmente enamorada de vos. Es muy joven, sé responsable, presta atención, puede suicidarse. La madre de Crisamor lo veía a Quilombo con desconfianza pero su hija no le obedecía. Un día Gombrowicz se decide y le escribe una carta a Crismaor: –Crisamor de mi corazón.
La madre descubrió la carta, se lo cuenta a un hermano y el tío de Crisamor se lo cuenta al padre de Mariano. ¿Quién es ese hombre tan raro que trastorna la cabeza de tu hijo y molesta a mi sobrina? Se estaba haciendo la fama de un corruptor de la juventud. Para colmo, un polaco de Tandil había leído “Transatlántico”: –¿No sabés con qué degenerado anda tu hijo?

Crisamor parecía salida de “Ferdydurke”, le escribía a Gombrowicz cartas alocadas y magníficas. Su humor de prima donna, con gorjeos auténticos, pescaba al vuelo el tono de las idas y vueltas de los jóvenes comediantes de Tandil. La otra lolita, Lolaluca, lo veía a Gombrowicz en el Querandí: –Sos un viejo vanidoso, además muy egoísta y también egocéntrico.
Esta lolita se hizo famosa por una foto que aparece en todos los libros de testimonios en la que Gombrowicz se arroja sobre ella en un sofá con la actitud de un viejo verde violador. De los cuatro integrantes del cuarteto Gombrowicz el que conservó en alguna medida su independencia respecto de Gombrowicz fue el Asno, el único de nosotros que ya era escritor cuando lo conoció.

Los escritores, como todo el mundo sabe, se sienten obligados a ser originales y a conseguir por lo tanto su independencia. Cuando el Asno pudo leer “Cosmos” y “Pornografía” encontró en esos libros algunas de las intrigas que armaba con los comparsas de Tandil, se imaginó que había armado esas tramoyas allá en Tandil para ejercitar su estilo literario.
El Asno, que acuñó una frase que se hizo famosa en Polonia: “El apostolado laico”, nos confiesa que Gombrowicz fue su mejor lector, aquí se ve como ese yo de Gombrowicz tan absorbente no dejaba de aletear ni siquiera en el cielo de los independientes. “Todavía hoy, que ya no puede leerme, sigue siendo mi mejor lector. Nadie lee lo que escribo sin que antes se lo lea yo como imagino que lo haría Gombrowicz (...)”

“Es mi lector fantasma. Él quería que yo encontrara mi propia forma, que fuera yo mismo, que no me pareciera a él. Y ahora me juzgo a través de sus ojos”. Una tarde el Asno llegó a Buenos Aires completamente desesperado y dispuesto a suicidarse porque su novia lo había abandonado. Llamó a Gombrowicz en una hora inoportuna, una hora que les había prohibido a los jóvenes de Tandil.
Sin embargo Gombrowicz se dio cuenta de que algo raro pasaba: –Me alegro que hayas venido pues hoy tengo que salir a comer, es el día de Félix Krüll, así llamaba a un restaurante horrible cercano a su casa. El Asno estaba enloquecido: –Crees que estás enamorado porque eres idiota ¿Acaso sabes qué es el amor? En cualquier caso eres un perrito faldero. Mira que andar pegado a los talones de una sola persona.

Lo que necesitas son dos. Si tuvieras dos estarías enamorado de las dos, y si tuvieras tres, de las tres. Cuando te abandonara una no estarías tan desesperado como ahora. Sírvete tú primero. Estos macarrones son buenos... ¿Te das cuenta? Es imposible suicidarse con la tripa llena... te invito yo. Las relaciones del Asno con Gombrowicz eran ambivalentes, a veces eran dulces y otras veces amargas, así como es la vida.
“Creo que lo di por muerto mucho antes, de manera gradual, indolora. Pero esta muerte real y pública tiene la propiedad de avivar mi memoria empañada. De todos modos la noticia de julio fue poco más que una confirmación. Hacía tiempo que me había desprendido de él y no pude llorar a alguien lejano de todas las lejanías. Sobre Gombrowicz ya está todo dicho (...)”

“Probablemente demasiado. Hace varios años que me tiene podrido. No él, pobre cadáver”. Algunas veces Gombrowicz lo ponía al Asno en situaciones peligrosas. En el año 1961 llegan a Montevideo. Desembarcan, se alojan en un hotel y a la noche van a una conferencia que da Dickman en la Asociación de Escritores. En la sala flota en el aire la cortesía, la banalidad y el aburrimiento.
Paulina Medeiros preside la sesión: “Tenemos el honor de presentar al señor Gombrowicz a quien saludamos. Quizás quiera decirnos unas palabras; –Bien, Paulina, ¿pero de hecho, puede decirnos qué es lo que he escrito? ¿Cuáles son los títulos?” Dickman acude en auxilio de Paulina: “Yo sé, Gombrowicz publicó una novela en Buenos Aires traducida del rumano, no, del polaco, Fitmurca... no, Fidefurca”.

Se produce un malestar generalizado. Termina el acto y Gombrowicz estampa en el libro de la Asociación su firma. Se lo pasa al Asno para que lo firme también. Esto vuelve a provocar inquietud porque el Asno está en la edad del servicio militar y todavía no tiene pinta de literato. De ahí se fueron con Paulina y Dickman a un restaurancito que se daba aires.
Los poetas habían preparado un banquete para homenajear a un profesor. Se levantan los poetas y las poetisas y sueltan poemas en honor del profesor. Cada uno de los cincuenta poetas presentes tenía que pronunciar su poema de homenaje. Gombrowicz llama al mozo, pide dos botellas de vino y empieza a tomar. Le llega el turno a una poetisa grasienta y barrigona.

Se levanta de un salto, mientras balancea el busto de un lado para otro y agita los brazos, emite manojos de rimas nobles. Gombrowicz no aguantó más y lanzó una carcajada tras la espalda del Asno. El Asno también suelta una carcajada pero sin ninguna espalda que lo proteja. En medio de miradas indignadas se levantó el laureado para soltar su discurso.
Gombrowicz y el Asno aprovecharon la oportunidad y ahuecaron el ala. Al día siguiente, mientras cenaban, el Asno oyó que en la mesa vecina se hablaba del escándalo en la Asociación de Escritores y de la provocación en el banquete de poetas. Alguien sugería escribir al Pterodáctilo. Querían preguntarle si su carta dirigida a Julio Bayce en la que lo recomendaba calurosamente a Gombrowicz era auténtica.

El ingeniero Juan Carlos Ferreyra tiene algunas particularidades que lo distinguen del resto de los gombrowiczidas tandilenses: leyó “Ferdydurke” antes de que Gombrowicz llegara a Tandil; alquiló la pieza de Venezuela cuando Gombrowicz se fue a Berlín; y recibió uno de los motes más extraños de nuestro club: Ingeniero Fireire. En las décadas del 40 y del 50, la escena filosófica se caracterizó por la aparición del existencialismo.
Aparecen también la fenomenología, el retorno a Hegel y la filosofía de la ciencia. Pero hay algo que cambia en la década del 60 cuando Sartre se orienta hacia el marxismo y surge una nueva moda, el estructuralismo. Strauss en la etnología, Lacan en el psicoanálisis, Altuhusser en el marxismo y Foucault en la epistemología. Marx, Freud y Einstein están presentes con las grandes reducciones del pensamiento contemporáneo.

Para esa época, el Ingeniero Fireire asiste a un curso de filosofía que dicta Gombrowicz en la Biblioteca Municipal de Tandil, unas clases en las que decide exponer sus ideas de una manera sencilla –todavía no había determinado si en Tandil había alguna persona inteligente a la que valiera la pena conocer– hablando tan solo de las tres capas que tiene el hombre.
Estas capas son la física que estudia la anatomía, la psicológica que estudia el psicoanálisis, y la metafísica que estudia la metafísica, ejemplificando estos conceptos simples con el miedo a la muerte que es psicológico y la angustia ante la muerte que es metafísica. El Ingeniero Fireire, igual que Gombrowicz, tenía algunos problemas con el aburrimiento.

Una tarde, Gombrowicz estaba sentado a una mesa del café con Flor de Quilombo, esperaba a los otros contertulios. Pasada aproximadamente media hora entra el Ingeniero Fireire, se sienta, después de un minuto se levanta y sale. Cuando vuelve a entrar Gombrowicz está medio amoscado: –Profesor, si usted viene tan solo para irse no venga más por favor.
Un poco después de la providencial lectura de “Ferdydurke”, el Ingeniero Fireire, miembro conspicuo del grupo que se formó al año siguiente de la aparición de Gombrowicz en Tandil, se presentaba en el café con una ramita verde que ponía entre los dientes, y se tocaba la oreja izquierda si se sentía contrariado por alguno de los asuntos que se discutían en la mesa.

El día que el Ingeniero Fireire conoció a Gombrowicz en el León de Francia, uno de los cafés importantes de la plaza principal de Tandil, tuvo la seguridad de que Gombrowicz era la encarnación de “Ferdydurke”. Marlon firma pretenciosamente Vilela (a juicio de Gombrowicz ninguno de nosotros tenía derecho a usar nuestro verdadero nombre), una nota en la que recuerda un episodio poco conocido.
Antes de la invitación de la Fundación Ford, a Gombrowicz ya se le había agotado la Argentina. “Desde la estación Constitución hablo a la oficina donde trabaja Gómez: –Creo que Gombrowicz se va. Gómez sospecha que el Viejo ya no sabe qué hacer en la Argentina. Su soledad, a pesar de las cuatro o cinco personas que lo rodean (siempre en forma incompleta), puede llegar a ser total (...)”

“Quizá se vaya a Brasil, o a España, Barcelona quizá, me dice Gómez. Entonces, el Viejo sigue siendo el aislado habitante de la pieza de la calle Venezuela 615. Solo en Buenos Aires, solo en la Argentina”. En las cartas que Gombrowicz les escribe a los jóvenes de Tandil, Marlon aparece siempre como el más golpeado del cuarteto, pero lo distingue con afecto cuando a Marlon se le ocurre llamarlo Toldo.

“Marlon era entre esos jóvenes que conocí en Tandil, posiblemente el más chiflado. Después comprobé con asombro que su chifladura sabía escribir”. En una de las cartas colectivas que les manda a los comparsas se las toma con el pobre Marlon. “Qué boludez es la de ese Marlon pelotudo, pero será posible que al Quilombo nuestro lo llame Mariano (...)”
“Y por qué no lo llama Mariano Betelú, así como estila el pobre de Magariños que al Asno lo llama Jorge Di Paola. ¿No querés, Marlon, rendirte a la gracia de estos nombres por mí creados y lo único que sabes es repetir ‘el Rana’ hasta el cansancio cuando quieres llamar al Asno? Marlon, Asnito y Flor de Quilombo: qué tal, Bianchotti, qué tal ese conocedor del archidrama y buzo de sus profundidades (...)”

“Qué tal las vacaciones con el triste Tirri en Bahía Blanca, supongo que tuvo la bondad de decirle verdades bastante crueles. Che, Marlon, pero resulta increíble, no puedes escribir ni siquiera una carta, si parecería que eres como aquel Papa que treinta años estuvo sentado sobre su trono y por fin emitió la Bula Non Possumus. Y, por favor, dímelo ¿por qué eres tan boludo?”
Gombrowicz se va a Tandil como un viajante de comercio, quiere ver si le puede vender un poco de risa al dolor y sacar de este negocio un sucedáneo del talento. No le venía nada bien la idea de talento, el escritor no escribe con ningún talento misterioso, sino consigo mismo. El escritor escribe con su sensibilidad e inteligencia, con una constante excitación del espíritu que es la esencia de toda retórica.

Si lo que escribe el escritor es trivial, fracasa no sólo como literato, sino también como hombre. El fundamento de esa constante excitación del espíritu es para Gombrowicz el dolor. El dolor es el quid de la existencia, y la risa el último recurso que tenemos para soportarlo. “Saquemos de ello una moraleja. Cuando las circunstancias catastróficas nos obligan a transformarnos interiormente del todo, la risa es nuestra salvación (...)”
“Pero el humor consiste en una inversión de todo, hasta el punto que un verdadero humorista nunca puede ser únicamente lo que es. La risa nos libera de nosotros mismos y permite que nuestra humanidad sobreviva a pesar de los dolorosos cambios de nuestro envoltorio. Esa risa, dictada por unas necesidades terribles, debería abarcar no solamente el mundo del enemigo (...)”

“Debería abarcar antes que nada a nosotros mismos y a lo que para nosotros es más querido. Vierto sobre el papel mi crisis del pensamiento democrático y del sentimiento universal. No soy el único –quiero que lo sepáis–, no soy el único que, si no ahora seguramente dentro de diez años, desee tener un mundo más limitado y un Dios más limitado (...)”
“De repente Tandil se me sube a la cabeza, ese insulso, rancio, burdo substrato de una vida modesta, limitada –tras la que están como se está tras una vaca–, aburrida y eterna... concretizados en ella por los siglos de los siglos. Por desgracia son pretenciosos. ¡Dejen vivir en paz a la pobre gente!, ¿de dónde sacan ustedes que todo el mundo debe ser inteligente e ilustrado? (...)”

“¿Cómo?; –¡Dejen en paz a los brutos!; –¿Niega usted la necesidad de la ilustración universal?; –Por supuesto que la niego, ¡abajo con todas las enseñanzas!; –Usted debe ser fascista, ¿no es cierto? Hitler, Hitler, Hitler... ¿De dónde había salido este Hitler? En la confusión de mi vida, en este desorden de acontecimientos, noté desde hace tiempo, cierta lógica en el desarrollo de las tramas (...)”
“Cuando un pensamiento llega a ser dominante, empiezan a multiplicarse hechos que lo estimulan desde el exterior, tal parece que la realidad exterior comenzara a colaborar con la interior. Hace poco anoté aquí mismo que me han llamado –oh, por equivocación– fascista. Ahora, al adentrarme por casualidad en una parte para mí desconocida de Tandil, me saltaron a los ojos unos letreros (...)”

“Garabateada en tiza en las paredes, aparece en la piedra una inscripción: ‘Loor y gloria a los mártires de Nuremberg’. ¿Un hitleriano en Tandil? ¿Y tan apasionado? ¿Después de tantos años? Este fanatismo, ¿dónde?... En Tandil... ¿Por qué aquí? Será otra vez una de las oscuridades tandileñas, esos nublamientos que seguramente son boberías... que no me esfuerzo por desentrañar (...)”
“Pero (teniendo en cuenta lo otro, ese fascismo que me han atribuido) parece que esta inscripción me guiñara el ojo... ¿Alusión? Desde hace ya bastante tiempo sé que más de una cosa me alude y más de uno me guiña el ojo. Y además este Hitler me cae encima cuando me fastidia el bruto... cuando vomito al bruto y soy vomitado por el bruto. Adiós Tandil. Me voy. Ya está hecha la maleta (...)”

“Una profecía: la democracia, la universalidad, la igualdad no serán capaces de satisfacernos. Será cada vez más fuerte en vosotros el deseo de la dualidad, de un mundo doble, de un pensamiento doble, de una mitología doble; en el futuro profesaremos dos sistemas diferentes al mismo tiempo y el mundo mágico encontrará su lugar junto al mundo racional”



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