martes, 4 de agosto de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y STANISLAW PIASEKI


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y STANISLAW PIASEKI

“Cuando conocí a Andrzejewski, éste frecuentaba a Stanislaw Piasecki, redactor del semanario ‘Prosto z Mostu’, y a su grupo. Muchos jóvenes escritores y poetas se aglutinaban alrededor de ‘Prostu z Mostu’, no porque fueran nacionalistas, sino porque no se entendían con las Wiadomosci Literackie redactadas por Grydzewski según el espíritu masónico y liberal, como se decía a la sazón (....)”
“Lo que me enervaba de Stanislaw Piasecki no era tanto su nacionalismo antisemita recalcitrante, ni siquiera su fascismo, sino su naturaleza obtusa y vulgar. No tenía nada de artista, ni tampoco poseía ningún olfato en este sentido; era de esa clase de políticos, especialmente desagradables para mí, que operan en la cultura, en los confines de la política y el arte (...)”

“Lo que quería era crear una fuerza política de escritores y artistas y efectivamente reunió a su alrededor un grupo, por lo demás muy de segundo orden, pero en cambio ruidoso e incluso escandaloso; ese montaje de Piasecki no conseguía más que bajar nuestro nivel, ya de por sí nada alto, al menos un piso (...)”
“Al principio también coqueteaba conmigo, sobre todo porque no sabía bien quién era, ya que no había leído nada mío, pero le habían llegado rumores de que yo andaba suelto; los cortejos de Piasecki finalizaron cuando le di, a petición suya, un fragmento de ‘Ferdydurke’, en vísperas de su aparición, para que lo publicara en su semanario. Tras haberlo leído se quedó de piedra, escupió, y en lugar de publicarlo me declaró la guerra (...)”

Stanislaw Piasecki era un nacionalista patriota que había cruzado la línea de sombra del miedo a la muerte que Gombrowicz no había podido cruzar, según él mismo declara en “Recuerdos de Polonia”. Piasecki formó parte como voluntario del ejército de Pilsudski que derrotó al ejército bolchevique en la batalla de Varsovia en el año 1920. Detenido por la Gestapo en diciembre de 1940, después de varios meses de tortura, fue fusilado en un bosque en junio de 1941.
Polonia experimentó las convulsiones que producen el nacionalismo y el comunismo, una fuerza demoníaca ejerció sobre sus habitantes una tensión que los convirtió en marionetas. A Gombrowicz le echaban en cara que por no haber estado presente apenas tenía una débil noción de cómo había sido la transición en Polonia del capitalismo al comunismo.

A Jerzy Andrzejewski, en cambio, lo conocemos sobre todo por “Cenizas y diamantes”, un estremecedor fresco sobre los últimos días de la ocupación nazi en Polonia y la inmediata llegada del comunismo al poder. La novela tiene lugar durante los últimos tres días antes de la capitulación alemana. La Polonia nacionalista y la socialista pugnan por ocupar el poder del nuevo Estado.
La grandeza de “Cenizas y diamantes” reside, sobre todo, en la autenticidad histórica que destila: la desorientación de los protagonistas, la desmoralización unida a la esperanza, el pasado que se intenta borrar a toda costa, la lucha cotidiana por sobrevivir, las camarillas de jóvenes que se juntan para defender unos ideales, los oportunistas de todo pelaje, la ausencia de cordura.

Incluso el bien y el mal, el idealismo y el cinismo, se reparten en partes casi iguales entre los distintos bandos. Como trasfondo aparecen las cenizas en las calles hecha de las ruinas de la guerra mundial, y los diamantes y el lujo del Hotel Monopol, donde la decadente aristocracia polaca vive sus últimos días entre matones y facciones políticas. Gombrowicz vivió en una época que experimentó un ascenso irresistible de la actividad política cuyas formas más representativas fueron el fascismo y el marxismo.
Las posturas políticas de Gombrowicz son ajustes de cuentas que hace entre el individuo y la nación, un pedido de cuentas a ese pedazo de tierra creado por las condiciones de su existencia histórica y por su situación especial en el mundo. El propósito de Gombrowicz es reforzar y enriquecer la vida del individuo haciéndola más resistente al abrumador predominio del estado y de las instituciones colectivas que presionan sobre el hombre.

Gombrowicz se tomó un descanso de un cuarto de siglo alejándose de todas estas tensiones que lo habían perseguido en Europa.
“Veinticuatro años de esta liberación de la historia. Buenos Aires: un campo de seis millones de personas, un campamento de nómadas, una inmigración procedente de todo el globo terráqueo: italianos, españoles, polacos, alemanes, japoneses, húngaros, todo mezclado, provisional, viviendo al día... Los auténticos argentinos decían con naturalidad ‘qué porquería de país’, y esa naturalidad me sonaba a maravilla después de la furia sofocante de los nacionalismos”
Aunque no con la misma intensidad que Polonia la Argentina también experimentó la deformación que producía la tensión entre el nacionalismo y el comunismo.

El escándalo de Frondizi le resultó a Gombrowicz bastante instructivo. Los argentinos estaban aturdidos, habían pasado del arrebato de entusiasmo, al temor y la rabia. Gombrowicz estaba cayendo en la cuenta de que se había acabado la facilidad, el país era tan rico que durante largos años había soportado la demagogia, la megalomanía y la fraseología, así como toda clase de teorías magníficas, sin hablar de diversos negocios turbios que habían prosperado en ese caldo de cultivo.
A su entender había llegado la hora de enfrentarse cara a cara con la realidad, con el enorme despilfarro que había realizado el régimen derrocado.
“La enorme energía acumulada en el capital internacional ha irrumpido en la Argentina, un país que es casi tan grande como la mitad de Europa (...)”

“De modo que un ciudadano de a pie no entiende nada de nada y no sabe a qué atenerse. Durante largos años le han dicho que todo eso era ‘explotación’ e ‘imperialismo’, y ahora resulta que es la perspectiva de un nuevo bienestar y el remedio más eficaz contra la anemia”
Los nacionalistas piensan que Frondizi los ha traicionado: –¿Qué es lo que, según ustedes, se puede hacer?; –La revolución; –Bien. Pero, al llegar al poder... ¿qué programa tienen para salir de la crisis?; –¿Programa? Bueno...
Era imposible seguir imprimiendo billetes sin el respaldo de la provisión de fondos, pero el nacionalismo argentino, como todos los nacionalismos del mundo, es emocional y no le gustan las cifras.

Según la manera de ver las cosas que tenía Gombrowicz se estaba produciendo una guerra entre las cifras y los sentimientos, las fobias y las ilusiones. Los nacionalistas habían conducido el país al aislamiento económico, una de las causas principales de la crisis. En la Argentina existían varios tipos de nacionalismos y cada uno de ellos deseaba un tipo distinto de dictadura para recuperar la dignidad.
Para los comunistas del país existían tres centros de poder: el ejército, la iglesia católica y los sindicatos obreros. Las instituciones democráticas, como el parlamento y la corte suprema, habían sido violadas tantas veces que carecían de prestigio. Los partidos políticos y la opinión pública estaban desorientados, habían elegido un presidente de izquierda y progresista y justamente él los había traicionado. El cambio de chaqueta del presidente había provocado una confusión infernal en todo el país.

La tensión más dramática entre el nacionalismo de Polonia y el comunismo de la Argentina Gombrowicz la vivió en una conferencia. Los argentinos habían empezado a pasarlo de mano en mano: Gálvez se lo pasó a Capdevila, Capdevila a su hija Chinchiana, Chinchina a sus amigas. En el año mortal de 1940 Gombrowicz flirteaba con esas chicas que lo llevaban a los museos, lo invitaban con masas, mientras él les retribuía con charlas que armaba sobre el amor europeo.
En ese año fatídico Roger Pla le había presentado a Antonio Berni y en la casa del pintor dio una charla sobre el por qué y el cómo Europa había sentido el deseo del salvajismo, y de cómo esta inclinación enfermiza del espíritu europeo podía aprovecharse para la revisión de la cultura demasiado alejada de sus propias bases.

Pero le falló el estilo, las palabras que pronunció resultaron mediocres y Pla le reprochó el tono sentimental de unos razonamientos ingenuos. Sin embargo, dos meses después del derrumbe que había sufrido en la casa de Berni, Gombrowicz se anima a dar otra conferencia que resultó famosa por el escándalo que se armó con los polacos. Decidió rehabilitarse de su fracaso anterior e insistió con el tema: “Regresión cultural en la Europa menos conocida”.
La dio en el Teatro del Pueblo invitado especialmente por su director, el escritor Leónidas Barletta. Le adelantaron que era un teatro de primera clase, frecuentado por la flor y nata del ambiente cultural de Buenos Aires, en vista de lo cual decidió preparar un texto del más alto nivel intelectual.

Otra vez planteó la cuestión de cómo la ola de barbarie que había invadido a Europa central y oriental podía aprovecharse para revisar los fundamentos de la cultura. Leyó el texto, lo aplaudieron y bastante contento volvió al palco reservado para él donde se encontró con una joven bailarina y admiradora, muy escotada y con unos collares de monedas.
Cuando estaba por retirarse con la bailarina observa que alguien se sube al estrado y empieza a vociferar, lo único que puede distinguir con claridad es la palabra Polonia, la excitación y los aplausos. Acto seguido sube otra persona, este participante pronuncia también un discurso agitando los brazos mientras el público empieza a chillar y a vociferar. Gombrowicz no entendía nada pero estaba contento de que su conferencia hubiera despertado tanta animación.

Pero, de repente, los miembros de la Legación de Polonia abandonan la sala, parece que algo andaba mal. Un escándalo, resulta que la conferencia fue aprovechada por los comunistas allí presentes para atacar a Polonia. Una parte de la elite intelectual argentina era medio comunistoide, y no exactamente la flor y nata de la intelectualidad de Buenos Aires, de modo que su ataque a la Polonia fascista no se distinguió precisamente por su buen gusto.
Barletta, igual que Gombrowicz, no podía digerir al Asiriobabilónico Metafísico, se refería a él en forma despectiva. ...:“Cachafaz… Fracasado… El pobre Borges… Vate criollo y vate septuagenario… Buscador de puestitos… Pergeñador de cuentos persas... y lávese de toda esa mugre metafísica.”

Esta comunidad de opiniones respecto de Borges le encantaba a Gombrowicz y quizá debido a esto pasó por alto que Barletta era también un hombre de izquierdas. Sería injusto hacer responsable a Barletta de lo que ocurrió ese día en el Teatro del Pueblo, hay que decir sin embargo que Gombrowicz se las vio mal y pasó verdaderos apuros. Al día siguiente de la conferencia que había dado en el Teatro del Pueblo fue a la Legación de Polonia donde lo recibieron en forma fría, como si fuera un verdadero traidor.
En vano les explicó que el director del teatro, el señor Barletta, no le había informado que era costumbre seguir las conferencias con un debate y que, por otra parte, no podía considerar como comunista a ese señor pues él mismo se hacía pasar por un ciudadano honrado, ilustrado, progresista, adversario de los imperialistas y amigo del pueblo.

Pero lo peor fue lo de la bailarina: su colorete, sus polvos, su escote pronunciado y el collar de monedas hicieron aparecer a Gombrowicz como un cínico en un momento en el que Polonia ardía en llamas. Hasta la prensa polaca de Estados Unidos se puso verde con esta metida de pata.



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