WITOLD GOMBROWICZ Y JULIUSZ SLOWACKI
Para investigar el parecido que tiene Gombrowicz con sus escritos analicé con algún detenimiento el pasaje de “Ferdydurke” en el que el profesor llamado Enteco, a causa de su cara algo consumida, le explica a los alumnos por qué el gran poeta Slowaski despierta el amor, la admiración y el goce. Como no puede explicarle ni aclararle nada, el Enteco saca una fotografía de su mujer y de su hijo para tratar de conmoverlos. A primera vista se podría pensar que este relato es el producto de la imaginación afiebrada de Gombrowicz, nada más alejado de la verdad.
“A medida que iba creciendo me volvía cada vez más peligroso. Mis composiciones de polaco eran las mejores y eso me salvaba, en otras materias era ignorante y holgazán. Un día, nuestro profesor de polaco Cieplinski, nos mandó escribir una redacción sobre Slowacki (...)”
“Harto ya de tanto incienso dedicado al poeta profeta, decidí para variar, fastidiarlo un poco (...) El profesor Cieplinski me puso un cero y me amenazó con enviar el trabajo al ministerio. Yo le pregunté por qué obligaba a los alumnos a ser hipócritas (...) En ‘Ferdydurke’ encontraréis una descripción de las clases de polaco y de latín, así como de el cuerpo de profesores, esas escenas delirantes nacían entonces en mi cerebro, en el séptimo grado, mientras naufragaba en las conferencias dulcemente conmovedoras del profesor Cieplinski –por lo demás una buena persona– sobre nuestros poetas profetas o cuando contemplaba con horror la figura maltrecha y grotesca de nuestro profesor de latín”
¿Y por qué nos dice Gombrowicz que a medida que iba creciendo se volvía cada vez más peligroso? Porque ya había tenido un altercado con el profesor de dibujo cuando después de una exposición a la que fue para ver sus cuadros le manifestó que no le habían gustado nada, y que eran una verdadera vergüenza. Pero ese pintor tenía en aquel entonces una ventaja sobre los pintores que conoció después. Lo agarró de una oreja y lo condujo a la secretaría del colegio en la que tuvo que tragarse las lágrimas de humillación.
Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski son los tres poetas profetas de Polonia, y a partir de estos guías espirituales de la nación Gombrowicz empieza a recorrer un largo camino que culmina cuando pronuncia su conferencia “Contra los Poetas”, una de las piezas literarias más analizadas por los hombres de letras hispanohablantes.
Los polacos estaban hasta la coronilla con sus tres poetas profetas cuyo estudio les ocupaba casi todo el tiempo y les impedía dedicar sus cabezas al pensamiento y al arte universales. A Gombrowicz no solamente lo aburría Slowacki. “Contra los poetas” es un ensayo belicoso que le nació a Gombrowicz de la irritación que le habían producido los poetas de Varsovia, su poeticidad convencional lo tenía harto, pero la rabia lo obligó a ventilar todo el problema de escribir versos.
Su razonamiento antipoético merecía un análisis bien hecho, no se lo podía despachar en cinco minutos con cuatro garabatos, su idea era nueva y estaba basada en un sentimiento auténtico. Juliusz Slowacki es uno de los más grandes poetas románticos polacos, con destacado papel en la conservación del ideal patriótico durante la ocupación extranjera, consecuencia del reparto de Polonia.
Herido por unas alusiones despectivas de Mickiewicz, se marcha a Ginebra, donde escribe el gran drama autobiográfico “Kordian”, historia romántica de un joven que se siente incapaz de asesinar al Zar. Inspirado en Bayron, Shakespeare y Calderón a quien admira, Slowacki expresa en sus escritos la idea del progreso permanente mediante el perfeccionamiento individual.
Romántico imaginativo y aislado de su medio ambiente, Slowacki alcanza la gloria sólo cuando ya no existe. Ha sido comentado, admirado y declarado por el movimiento “Joven Polonia” como el principal poeta polaco.
Es casi seguro que el movimiento “Joven Polonia” no debe estar muy de acuerdo con la forma en que Gombrowicz trata en “Ferdydurke” al gran poeta Juliusz Slowacki.
“Y no se sabe cuándo apareció el profesor sobre la tarima. El maestro se ubicó en la silla , abrió la libreta, se limpió el chaleco, cerró los labios, arregló las mangas para que no se le gastaran los codos, sofocó algo en sus adentros y cruzó las piernas. Entonces exhaló un suspiro y trató de pronunciar algo (...)”
“La batahola estalló con doble fuerza, gritaban todos, con excepción a lo mejor de Sifón quien adoptó una actitud positiva. ¡Basta! ¡Tranquilidad! ¡La lección empieza! Entonces la clase entera, con la única excepción de Sifón, como un solo hombre expresó la necesidad impostergable de ir al baño. ¡Basta! ¿Quieren ir al baño? ¿Y por qué yo no puedo ir al baño? ¿Quédense, no doy permiso a nadie! ¿Qué tareas para hoy? ¿Ajá! (....)”
“Explicar y aclarar a los alumnos por qué el gran poeta Slowacki despierta en nosotros el amor, la admiración y el goce. El Enteco abrió discretamente el manual y empezó la recitación... ¿Por qué? Pues, porque, señores, Slowacki es un gran poeta. Los alumnos cortaban los bancos con sus cortaplumas y hacían bolitas de papel para echarlas dentro del tintero (...)”
“Amamos a Juliusz Slowacki y nos encantan sus poesías porque era un gran poeta y porque en sus poemas vive una belleza inmortal que despierta nuestra más grande admiración; –¡Pero si a mí no me encanta! ¡No me interesa! No puedo leer más que dos estrofas y aún eso me aburre; –¡Cállese, por Dios!, ¿quiere perderme? ¡Le pongo un uno a Kotecki!; –¡Pero palabra de honor que a nadie le encanta! ¡Cómo puede encantar si nadie lee poesía fuera de los que están en edad escolar y eso porque se les obliga a viva fuerza!; –Kotecki, yo tengo mujer y niño. ¿Tenga piedad por lo menos del niño! (...)”
“El sudor bañó la frente del maestro. Sacó de la cartera las fotografías de su mujer y del niño y trataba de conmover a Kotecki con ellas. Comprendí que debía huir. Pimko, el Enteco, el poeta Slowacki, la escuela, los camaradas, en fin todas mis aventuras de esa mañana, de repente giraban en mi cabeza. Pero en vez de huir empecé a mover un dedo dentro del zapato lo que imposibilitaba cualquier huida pues no es posible huir moviendo el dedo de un pie”
En “Ferdydurke” Gombrowicz relata los sinsabores de un joven que ronda los treinta años y es sometido a las ordalías de tres colapsos: el de la escuela, el del amor y el de la familia, pero el clima de la narración es siempre jovial, sarcástico y de un humor penetrante.
Es también la obra de Gombrowicz en la que aparece con más claridad su pertenencia a los dos mundos, el del rango social y el de la intelligentsia, mientras a la inmadurez le encarga el trabajo más difícil, mantener la frescura del relato sin que se vuelva infantil, y actuar como mensajera entre los dos mundos.
Jano, con sus dos caras, veía el pasado y el porvenir, Gombrowicz en “Ferdydurke” ve en el pasado, la extinción de su familia y de su clase social, y en el porvenir, el desarrollo de una forma que nos conducirá al paraíso o al infierno según cuánto sea lo que se humanice. “Ferdydurke” tuvo desde el comienzo el doble aire de la irresponsabilidad y la provocación de una comedia y el aspecto de la profundidad y el dolor de una tragedia a la que Schulz le presta la mayor atención.
“Gombrowicz no ha llegado a ello por la fácil vía de una especulación intelectual, sino por la camino de la patología, de su propia patología (…) los tormentos de los hombres en un lecho de Procusto: el de la forma”
Se propuso escribir una sátira que le permitiera sobresalir por el humor, pero la obra se le inclinó hacia lo grotesco y le empezó a nacer un estilo que iba a absorber sus sufrimientos y sus rebeliones más esenciales. A pesar de este llamado a la profundidad que aparece en los prefacios de “Ferdydurke”, en los diarios y en “Testamento” la obra mantiene un curso ligero que a duras penas puede ocultar la actividad de esa conciencia agudísima que malogra el desempeño social y psicológico de sus personajes cuyas acciones desembocan en comportamientos hilarantes la mayor parte de las veces.
No es un libro en el que Gombrowicz se proponga destruir los valores existentes, es más bien un intento de ponerlos entre paréntesis, no nos está proponiendo una moral nueva, le está dando una buena paliza a la que ya tenemos para que se eche a andar, para divertirse con él mismo y para que nosotros nos divirtamos con él.
Si bien no andaba muy bien que digamos con Dante por la ruindad de su idea de una castigo eterno bajo el resplandor de un amor divino e ilimitado, pone al comienzo de “Ferdydurke” algunas palabras de la “Divina Comedia”: “En la mitad del camino de mi vida me encontré en una selva oscura”. Es difícil encontrar una persona que se parezca tanto a su obra, o una obra que se parezca tanto a su autor, como en el caso de Gombrowicz.
La narración en la que se nota más este parecido es “Ferdydurke”, y esto es así porque en esta novela traspone literariamente, aunque no tanto, las torturas que había sufrido en el colegio a un lenguaje artístico.
El que tenga aunque sea un recuerdo vago del “Atrapamiento y consiguiente malaxamiento” de “Ferdydurke” comprenderá enseguida en qué estaba pensando Gombrowicz cuando lo escribía.
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JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS
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