jueves, 4 de junio de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y GABRIEL MARCEL

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JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS


WITOLD GOMBROWICZ Y GABRIEL MARCEL

¿Por qué seré tan inteligente? Ésta era una pregunta que se hacía Nietzsche, y aunque Gombrowicz no llegaba a tanto ya de joven sintió que había conseguido una superioridad intelectual sobre su entorno, poco a poco se hizo notar como más sensato que los demás, se sabía que él era inteligente, que su especialidad era la inteligencia y no otra cosa.
Yo mismo recibí algunas lecciones sobre este asunto: –Vea, Goma, yo tengo la inteligencia certificada. No sea temerario, no ponga en cuestión mi inteligencia en presencia de otras personas. Usted tiene que realizar un esfuerzo mayor que el mío para ser reconocido como inteligente. Evite hacer esfuerzos innecesarios, trate de imaginar que la razón la tengo yo.

Desde Europa nos escribía que sus conocimientos sobre Sartre y Heidegger le alcanzaban para poner en aprietos a los más agudos intelectos de Francia y Alemania, que Günter Grass no era gran cosa, que John Steinbeck era aburrido, que Gabriel Marcel era un viejo boludo, que los escritores de Francia se parecían a los perros de Pavlov y que sus cocineros deberían ocuparse de la literatura pues tendría mejor gusto, y, en fin, que él era un gran escritor al que los demás no le llegaban ni a la suela de los zapatos.
Los pensadores, progresivamente, a medida que se sucedían, se iban aproximando a la ridiculez cuando se adentraban en el territorio de la vida. Nietzsche era más ridículo que Kant, pero todavía no llegaba a provocar risa pues su pensamiento era abstracto. Pero el problema teórico se convirtió en el ‘misterio’ de Gabriel Marcel, ese misterio era una espina que Gombrowicz no soportaba, y ese misterio le empezó a provocar risa.

El cortocircuito de Gombrowicz con la filosofía se le produce cuando mira a la razón desde las ventanas de sus narraciones y de sus piezas de teatro. No es tanto el Gombrowicz filósofo el que se ríe de la conciencia, de la angustia y de la nada, son los personaje de sus obras, ese Gombrowicz irresponsable el que se ríe a carcajadas. El Gombrowicz filósofo no desacredita ni se burla del Gombrowicz artista, pero el Gombrowicz artista no se cansa de desmontar las plantaciones que hace el Gombrowicz filósofo, ni de reírsele en la cara.
“El existencialismo no es una moda, ni una locura, ni algo decadente, sino una de las más serias necesidades del desarrollo humano actual, una corriente creativa que se proyecta en el futuro, uno de los factores más esenciales que conforman la mentalidad, si no de América, cuando menos de Europa, y que los marxistas, por su propio interés, deberían mirar, algo que está más allá de sus narices marxoidales”

Gombrowicz encontraba en los polacos una resistencia sistemática que se oponía a la asimilación del existencialismo, y no sabía bien si debía a la aversión tipo sármata que tienen los polacos a pensar demasiado, o a un pasado cultural algo pueblerino, o al aislamiento del pensamiento libre en el que había caído Polonia desde el advenimiento del comunismo.
Esta falta de orientación de los polacos respecto al existencialismo los separaba de Occidente más que el corte de los pantalones o la cantidad de coches. A los católicos polacos no les interesaba el existencialismo porque consideraban a la filosofía como una especialidad de los ateos. Se olvidaban que sus verdades reveladas debían ser tratadas a un nivel de profundidad acorde con un desarrollo mental al que habían contribuido durante siglos muchos sabios laicos.

Al católico no debiera resultarle indiferente el nivel mental del hombre ni los límites de su conciencia, y es justamente en esta dirección que el existencialismo ha profundizado la sensibilidad religiosa del hombre y enriquecido la fe con contenidos nuevos. A los marxistas polacos tampoco les interesaba demasiado el existencialismo porque se consideraban poseedores de un conocimiento supremo de la vida, cometiendo el mismo pecado que los católicos, ellos le encargaban al materialismo dialéctico la solución de los misterios, así como los católicos se la encargaban a Dios.
“Pero a los marxistas se les debería decir que la humanidad no se acaba en Marx y que ese orgulloso aislamiento detrás de la muralla china de cualquier pensamiento posterior al comunismo, poco a poco va convirtiendo al marxismo teórico en una sabiduría cada vez más estéril, caduca y aburrida, como puede ser aburrido repetir siempre la misma cosa (...)”

“La presente crisis intelectual por la que atraviesa esta doctrina, que hoy en día no puede vanagloriarse de contar siquiera con un nombre ilustre, se debe a la incapacidad de asimilar ideas nuevas”
Gombrowicz quiere darles una lección a los polacos que piensan que las abstracciones no sirven para nada y que sólo lo concreto y la realidad son verdaderos, y quiere darles una lección pues resulta que justamente el existencialismo piensa la misma cosa. Kierkegaard, el petimetre danés que inventó el existencialismo, anunció urbi et orbi que el razonamiento hegeliano era impotente, y era impotente porque se vale solamente de conceptos. La diferencia entre un concepto y el objeto del que se lo abstrae es la de que el objeto existe y el concepto no existe, por esta razón las filosofías no tienen utilidad en la vida concreta pues sólo elaboran fórmulas y sistemas lógicos de conceptos.

“Si para el polaco el existencialismo no se personifica en la figura de un anarquista con barba y pelo largo, de todos modos comienza y termina con Sartre quien, también según esta versión, es un bobalicón ateo e inmoral que predica que todo lo que se nos antoje está permitido. En realidad, este Sartre, aunque ateo, es precisamente un moralista y trata de servirnos un nuevo alimento ético. De todas formas, con Sartre no termina esta nueva escuela del pensamiento sobre la vida, sino que también existe la riquísima variante del existencialismo cristiano, en el que descuellan nombres célebres como Gabriel Marcel”
Hasta la llegada del existencialismo la lógica de las cosas era la lógica de la filosofía, pero cuando Kiekegaard escoge como objeto de su pensamiento, no el mundo de las cosas, sino la existencia misma , pone al universo patas para arriba.

El desideratum del pensamiento existencialista es, por un lado, su rechazo a la abstracción y a los sistemas teóricos, y por otro, el intento de aprehender todo lo que se mueve para atrapar al mundo en su desarrollo y en su movimiento. Algunos filósofos creen que la dialéctica hegeliana puede hacerse cargo de este segundo deseo vehemente del existencialismo, pero la diferencia que existe entre la visión dialéctica y la visión existencialista, es la misma que existe entre las sensaciones de una persona que observa un coche moviéndose a toda velocidad y las sensaciones de otra que va sentada dentro del coche. El existencialismo va más allá del rechazo a la abstracción y del intento por aprehender el movimiento, sostiene también que el hombre, en el curso de su desarrollo crea su propia ley, de lo que deviene un ser imprevisible sujeto a un proceso continuo de formación, tanto la de él como la de sus normas.

Pero no sólo los pensadores laicos han sido tomados por el sentimiento angustioso de que todo le estaba desapareciendo bajo los pies. En un pueblo situado el los Pirineos, en la costa del Mediterráneo, Gombrowicz había sostenido en su juventud discusiones interesantes sobre este punto con el abate Barcelos. La iglesia también desea que el hombre haga el uso más completo de su razón, ya que la razón utilizada con propiedad también conduce a Dios.
Pero los sacerdotes deben tener en cuenta las dificultades originadas en el hecho de que el desarrollo de la razón es cada vez más acelerado, por lo que la interpretación racional de las verdades reveladas sufre continuamente en el tiempo nuevas transformaciones, y cada decenio es más profunda y rica en descubrimientos.

El abate Barcelos le tenía aprecio a Gombrowicz, lo consideraba una oveja descarriada pues ese joven de buena familia había llegado a relacionarse con algunos tratantes de blancas, y por el aprecio que le tenía tuvo que intervenir en una mediación importante y providencial que lo salvó de la cárcel. El alma sigue luchando con los demonios indomables de la abstracción y del movimiento, es la misma lucha que había emprendido Kierkegaard ciento cincuenta años atrás.
“Y cuando llega a nuestros oídos un gemido porque la humanidad rompe todas las normas, porque está creciendo la dinámica de nuestros tiempos, la relatividad y el carácter funcional de todo cuanto nos rodea, todo ello no es más que la expresión del miedo ante ese segundo demonio cuyo nombre es movimiento, desarrollo, devenir (...)”

“El existencialismo se encuentra a cien millas de la solución de estos problemas, consiste más bien en dar la cabeza contra el implacable muro que ellos forman. Pero al menos tiene la ventaja de formular nuestras inquietudes más profundas, tanto las de Europa Occidental, como las inquietudes que tienen origen en los menos conscientes dolores nuestros: los dolores polacos”
Jean Wahl, el filósofo francés recordado sobre todo por su estudio sobre “La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel”, presentó a Gombrowicz y a Gabriel Marcel, el filósofo católico, dramaturgo y crítico, recordado sobre todo por “El misterio ontológico”, un misterio que a Gombrowicz le provocaba risa pues se alimentaba solamente de la conciencia y no afectaba a la vida.

“El problema es lo dado que se me propone como externo y el misterio algo en lo que me encuentro comprometido y cuya esencia no está enteramente ante mí. De donde el ser no es problemático, sino misterioso. Los misterios no son problemas insolubles, sino realidades no objetivables, pero que al estar inmersos en ellas nos iluminan. Por eso, frente al ser no cabe más que la opción, por lo que la Metafísica es la lógica de la libertad”
Gabriel Marcel piensa que los individuos tan sólo pueden ser comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados y comprometidos. Esta afirmación constituye el eje de su pensamiento, calificado como existencialismo cristiano. Es una filosofía de lo concreto de la que deduce que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la situación histórica del individuo condicionan en esencia lo que se es en realidad.

Marcel, al contrario que otros seguidores del existencialismo, hizo hincapié en la participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con Dios.
Gabriel Marcel, del mismo modo que Gombrowicz, había sido subyugado por la música y por Schopenhauer, no así por “El casamiento”. Emil Cioran fue con Gabriel Marcel a ver el estreno de esta pieza teatral en París, y aunque no sobre la obra sí escribió sobre la opinión que tenía el filósofo sobre el teatro de vanguardia.

“Si Marcel se alejó generalmente del teatro de vanguardia fue porque la mayoría de las obras producidas por este teatro eran deliberadamente oscuras. En todos los casos, las representaciones requerían de una construcción vaga, donde el interés del argumento recayera en el ocultamiento del sentido. La mistificación es generalmente un resultado y a veces un requisito. Para divertirse, los espectadores deben estar preparados para ser engañados, papel que Marcel se negó a asumir. Después de presenciar espectáculos como estos, los cuales generalmente lo enfurecían, acostumbraba decir con voz desesperada: ‘¡Quiero entender; quiero una explicación!’. Pero muy frecuentemente no había nada que explicar, sobre todo porque en esos casos la incomprensibilidad era esencial, El filósofo podría aceptar rápidamente tal cosa, si ésta no estuviera corrompida por la trampa o el engaño”

Gombrowicz hace un comentario breve sobre el encuentro que tuvo con Gabriel Marcel.
“Aqui, Goma, me veneran, me aman, soy el escritor extranjero más amado de París. Ayer Jean Wahl me presentó a Gabriel Marcel quien me dijo: ‘Usted me disculpará por mi nota sobre ‘Le Mariage’, pero sufrí muchísimo durante este espectáculo’ Yo: ‘Esa nota, lo confieso, no me agradó tanto, pero la firma debajo de la nota sí que me procuró placer’. Goma, Marcel es un viejo pelotudo”



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