lunes, 28 de septiembre de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y STANISLAW LEM


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y STANISLAW LEM

Existen tres cuestiones que ponen en contacto a Gombrowicz con Stanislaw Lem: la ironía, la matemática y los prólogos. Stanisław Lem es un escritor polaco cuya obra se ha caracterizado por su tono satírico y filosófico. Sus libros exploran temas filosóficos que involucran especulaciones sobre nuevas tecnologías, la naturaleza de la inteligencia, las posibilidades de comunicación y comprensión entre seres racionales; asimismo propone algunos elementos de las limitaciones del conocimiento humano y del lugar de la humanidad en el universo.
Su encasillamiento como escritor de ciencia ficción se debe a que a lo largo de su carrera como escritor, prefirió presentar sus trabajos como obras de ficción o fantasía, para evitar los atavíos del rigor en el estilo académico de escritura y las limitaciones del número total de lectores al que llegarían sus libros si fueran textos científicos.

Lo que pone en contacto a Lem y a Gombrowicz es su profunda perspectiva irónica, y es en “Cosmos” donde las visiones de los dos escritores polacos encuentran el punto de aproximación más evidente. A partir de la imagen de un gorrión colgado de una rama al inicio de “Cosmos”, Gombrowicz va desovillando una trama de escenas que parecen rimar, como el estribillo de una canción extraña.
Escrita en un tono minimalista, lleno de detalles absurdos y frases deslumbrantes, la novela es un intento por descubrir lo que Gombrowicz llama el origen de la realidad. Cosmos recuerda algunas de las obras de Lem, sobre todo a dos novelas policiacas: “La investigación” y “La fiebre del heno”. “En La investigación” un grupo de cadáveres se escapa de la morgue y un agente de Scotland Yard investiga el caso.

Resulta que los cadáveres resucitaron durante algún tiempo de un modo inexplicable siendo encontrados después en diversos lugares de un Londres aureolado de una atmósfera gótica. En “La fiebre del heno” una serie de hombres calvos, regordetes y solterones, muere misteriosamente en un balneario italiano. Las autoridades contratan a un astronauta divorciado, pelado y obeso, para que siga cada uno de los pasos de las víctimas.
En ambas novelas el misterio se queda en el misterio a pesar de que se revela parte del enigma. Lo mismo sucede en “Cosmos” de un modo más sutil y menos espectacular: al final de la novela el lector encontrará una solución, pero esta sólo planteará mayores problemas.

Las coincidencias entre Lem y Gombrowicz no hacen sino resaltar sus profundas diferencias, pero destacan una serie de temas que sólo hasta muy recientemente han sido tratados por la novela.
En un momento determinado Gombrowicz se propuso disciplinar sus conocimientos anárquicos acerca de las formas generales del conocimiento, la filosofía y sus primeros desprendimientos: la física y la matemática. Gombrowicz en “Cosmos”, zambulle al filósofo de la combinaciones, de la causalidad, del azar, de la lógica interna y externa, del intento de organizar el caos y de la formación de la realidad, en las bocas erotizadas y sexualizadas, en la pasión enfermiza de un joven estudiante, en la masturbación y en la muerte.

La acción está constituida por ideas que se perfilan poco a poco y luego se vuelven verdaderamente nítidas, el protagonista le sigue la pista a estas formas para asociarlas pero constantemente le caen en el caos. En su intento por volver reales las asociaciones que tiene en la conciencia ahorca al gato, un acto desleal pues falsea la relación entre el ahorcamiento imaginario del gorrión y el ahorcamiento real del gato.
Al poner en juego intencionalmente elementos reales para configurar una idea que tiene en la conciencia, como el dedo que mete en la boca de Ludwik para entrar en contacto con todas las bocas de la historia, el joven lleva a cabo un acto desleal pues perturba lo que está observando y sólo conocerá entonces el resultado de la perturbación que él mismo provoca.

Para asociar lo sagrado con el placer y la perversión le mete el dedo en la boca al sacerdote para hacerlo caer en el mundo, para aislar las corrientes profundas de la forma, para que la realidad aparezca de una manera trágica y metafísica. Deleuze habla de Gombrowicz en un curso que da sobre la confrontación entre Whitehead y Leibniz como un ejemplo del escritor que sale del caos haciendo series.
Para Deleuze, “Cosmos” es el desorden puro del que Gombrowicz sale organizando dos series diferentes, la de los ahorcados y la de las bocas. Después habla de la tonalidad afectiva fundamental de Leibniz y de la de Descartes, la tonalidad afectiva fundamental de Cartesius vendría a ser la sospecha. La filosofía es para Deleuze el arte de formar, de inventar y de fabricar conceptos, una idea realmente interesante.

“Sólo hay una manera de salir del caos, haciendo series. La serie es la primera palabra después del caos, es el primer balbuceo. Gombrowicz hizo una novela muy interesante que se llama ‘Cosmos’, donde él se lanza, como novelista, en la misma tentativa. ‘Cosmos’ es el desorden puro, es el caos, ¿cómo salir del caos? La novela de Gombrowicz es muy bella, muestra cómo se organizan las series a partir del caos, sobre todo hay en ella dos series insólitas que se organizan (...)”
“Una serie de animales ahorcados, el gorrión ahorcado y el pollo ahorcado, y una serie de bocas, series que se interfieren la una con la otra y poco a poco trazan un orden en el caos. Es una novela muy curiosa que uno no habría terminado de leer si no se hubiera metido de cabeza en ella”

Cuando Gombrowicz publica “Memorias del tiempo de la inmadurez” por primera vez le parece que se había excedido en originalidad, entonces escribe un prefacio para la primera edición que no aparece en las siguientes, Gombrowicz lo retira porque le pareció inconveniente.
“En lo tocante al elemento sexual, en particular, su preponderancia resultó del espíritu de la época que, desgraciadamente, pone cada vez con más frecuencia el énfasis en la relación de la esfera erótica con la del espíritu; la preponderancia de la crueldad y de la repulsión resulta, a mi entender, del hecho de que su papel en la vida sobrepasa a nuestra imaginación más audaz (...)”
El prefacio que el Príncipe Bastardo escribe para “Ferdydurke” corrió mejor suerte pues finalmente apareció en la edición francesa del libro.

“Ando enloquecido, Ferdy aparece el 10 de noviembre en París, precedida por una publicación de Lettres nouvelles, ahora ocurre que sin avisarme han metido en el libro un prefacio, lo que me enfureció, mandé telegrama exigiendo que lo saquen a toda costa, el príncipe se enfermó, Nadeau asustadísimo, ahora después leí otra vez el prefacio y me pareció tan bueno que estoy temblando que lo van a sacar y ya mandé otro telegrama. Ahora nada sé, todo está en manos de Dios”
Filimor y Filifor forrados de niño son dos relatos cortos que Gombrowicz incluye en “Ferdydurke”. Escritos en 1934 son presentados en el libro con sendos prefacios en los que da una explicación más o menos extensa de sus ideas sobre la forma utilizando un estilo sarcástico para burlarse de la crítica.

En el prefacio de Filimor construye artificialmente una tabla de sufrimientos para encontrar el dolor fundamental, y aunque escrita en forma irónica y teatral ni uno solo de esos dolores deja de ser humano. En otra tabla en la que identifica sus rebeliones pone en entredicho a su propia psique, a la herencia y a toda la cultura.
La obra de un escritor no puede ser inocente respecto de la crítica, pues corre el riesgo de ser destruida por el juicio de un idiota. El autor debe procurarse una ventaja de partida contra los críticos, pues un estilo que no sabe defenderse a sí mismo de un comentario humano no cumple con su cometido más importante, es por esto que Gombrowicz le daba tanta importancia a los prólogos a pesar del desprestigio que tenía este género.

Stanislaw Lem escribe unas palabras con la intención de conseguirle a los prólogos un título de nobleza. Reconoce el intento que había hecho Gombrowicz en este sentido pero puntualiza que el resultado había sido incompleto.
“El arte de escribir prólogos lleva un largo tiempo clamando por que se le otorguen títulos de nobleza. Asimismo, yo llevo también mucho tiempo sintiendo el apremio de dar satisfacción a esa literatura marginada, que guarda silencio sobre sí misma desde hace cuarenta siglos, esclava de las obras a las que vive encadenada. ¿Cuándo, si no en la época de la ecumenización, es decir, de la razón universal, debemos, por fin, hacer nacer el don de la independencia a ese género noble del prólogo, oprimido desde su misma cuna? (...)”

“Esperaba, sin embargo, que algún otro cumpliera con este deber, no tan sólo estéticamente acorde con la corriente de desarrollo del arte, sino de suprema urgencia según los cánones de la moral. Desgraciadamente, conté con ello en vano. En vano vigilo y espero: nadie libera a la Prologogia del presidio, de la noria del trabajo servil. No me queda, por tanto, otro remedio: yo mismo debo, aunque más por sentido del deber que por un impulso del corazón, ofrecer mi ayuda a la Introduccionística, convertirme en su libertador y partero (...)”
“Evoquemos a ese doctor preclaro, a ese terrateniente convertido a la hermenéutica que es Witold Gombrowicz. El nos explicaría las cosas de este modo: No se trata de que a la gente, a mi por ejemplo la idea de liberar a los Prólogos de la Materia qué anuncian nos guste o no nos guste, ya que estamos sometidos sin apelación a las leyes de la Evolución de la Forma (...)”

“El Arte no puede detenerse en un sitio ni repetirse siempre a si mismo: por eso no puede sólo gustar. Si has puesto un huevo, has de incubarlo; si te sale de él un mamifero en vez de un reptil, debes darle algo con que alimentarse; si, pues un paso consecutivo nos lleva a algo que despierta un disgusto general e incluso un estado paravomital, no hay remedio (...)”
“Hemos elaborado ya aquel Algo Concreto, nos hemos arrastrado y empujado tan lejos ya a nosotros mismos que, obedeciendo una orden superior al placer, tendremos que dar vueltas en el ojo en el oído, en el intelecto, a lo Nuevo, categóricamente aplicado, porque fue descubierto en el largo camino del ascenso. Por cierto, nadie ha estado nunca allí, ni quiere ir, ya que no se sabe si se puede aguantar en Aquellas Alturas siquiera un momento; pero, a decir verdad, ¡para el Desarrollo de la Cultura esto no tiene la menor importancia! (...)”

“Este lema nos ordena, con la soltura propia de la genialidad displicente, que cambiemos una esclavitud antigua, espontánea y por tanto inconsciente, por otra, nueva. No nos quita las trabas, sólo alarga nuestro ronzal; y así nos lanza a lo Desconocido, dando el nombre de libertad a una necesidad razonada”



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