sábado, 29 de agosto de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y HENRI LEFEBVRE


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y HENRI LEFEBVRE

“Lefebvre sobre Kierkegaard: ‘Perdió su amor, su novia. Ruega a Dios que le devuelva todo lo perdido y espera (....) ¿Qué es lo que reclama, pues, Kierkegaard? Reclama la repetición de una vida que no vivió, la recuperación de la novia perdida (...) Reclama la repetición del pasado; que le sea devuelta Regina, tal como era en los tiempos de noviazgo’ (...)”
“¡Qué parecido tan grande entre este pensamiento de Lefebvre y ‘El casamiento’! Sólo que Henryk no se dirige a Dios sino a los hombres. Derriba a su padre-rey (el único eslabón que lo une con Dios y con la moral absoluta), tras lo cual, al proclamarse rey, intentará recuperar el pasado sirviéndose de los hombres, creando de ellos y con ellos una realidad. Magia divina y magia humana”

“Lefebvre, igual que todos los marxistas que escriben sobre el existencialismo, resulta a ratos, al menos para mí, perspicaz, pero al cabo de poco tiempo es como si se hubiera caído de una ventana a la calle, resulta totalmente vulgar, insoportablemente plano”
Henri Lefebvre, filósofo marxista, intelectual, sociólogo y crítico literario, enfrentado al pensamiento estructuralista francés, sus ideas sobre un marxismo humanista tuvieron una gran influencia en las líneas de pensamiento de los años 1960 y 1970. Lefebvre consideraba necesario que la cotidianidad se libere de los caracteres impuestos por el capitalismo a la vida individual y colectiva. De lo contrario, la cotidianidad será como un depósito subterráneo en el que se sedimentan los convencionalismos y las mentiras del poder y por tanto será también una barrera que impida la creatividad.

Para Lefebvre el individuo puede crear una ideología política que le permita cambiar la estructura del entorno y reorganizar el territorio, de manera que el hombre se apropie del espacio que hace a su identidad. En cuanto a Kierkegaard podemos decir que era enemigo del disimulo y las mentiras, quería llevar una vida auténtica en el reino de la fe cristiana y luchar contra la mala fe de los que fingían tenerla sin vivir al nivel de los severos y austeros principios del cristianismo verdadero.
Quiso ponerse a prueba él mismo y eligió romper su compromiso con la hermosa Regina Olsen que lo adoraba, una conducta que utilizó desvergonzadamente en sus libros describiendo a la mujer como el eterno enemigo del espíritu, como el diablo que arrastra a los jóvenes a sus trampas.

Pero todas estas actitudes con las justificaciones respectivas eran mentiras, mentiras al mundo y a sí mismo. El sueño de Kierkeggard que ruega a Dios que le devuelva a Regina, no es el mismo de Gombrowicz en “El casamiento”; Manka estaba pasada de vueltas cuando Henryk le ruega al padre que se la devuelva virgen e inocente. Los padres de Henryk no tenían una buena opinión de Manka.
“Por favor, no piensen que pueden permitírselo todo porque esto es una posada. ¿Pero qué es esto? ¡Eh! Les entran las ganas, también es una calamidad que a esta arrastrada todos la quieran manosear, no piensan más que en tocarla, todos la tocan y la sofaldan, día y noche, sin parar, siempre igual, frotarla, sobarla, sofaldarla, y eso trae problemas (...) ¡No te cases con ella! (...)”

“Porque el viejo borracho dijo la verdad. Ella tonteaba con Wladzio, en el pasado (...) ¡También yo los sorprendí sobándose junto al pozo en pleno día, se toqueteaban y se buscaban, él a ella y ella a él, Henryk, no te cases!”
Gombrowicz empezó “El casamiento” durante la guerra con el propósito de escribir la parodia de un drama genial. Se propuso mostrar a la humanidad en su paso de la iglesia de Dios a la iglesia de los hombres, pero esta idea no le apareció al comienzo, en la mitad del segundo acto todavía no sabía bien lo que quería. “El casamiento” es la teatralidad de la existencia, una realidad creada a través de la forma que se vuelve contra Henryk y lo destruye. En esta obra Gombrowicz les abre la puerta a sus percepciones proféticas.

Es el sueño sobre una ceremonia religiosa y metafísica que se celebra en un futuro trágico en el que el hombre advierte con horror que se está formando a sí mismo de un modo imprevisible; un acorde disonante entre el individuo y la forma. Si no hay Dios, los valores nacen entre los hombres.
Pero el reinado de Henryk sobre los hombres tiene que hacerse real convirtiéndose en un hecho, las necesidades formales de la acción para hacerlo rey terminan por derrumbarlo y toda la transmutación fracasa; ha recibido un zarpazo de Dios. En esta pieza de teatro se cuenta el sueño de un soldado polaco alistado en el ejército francés que está peleando contra los alemanes en algún lugar de Francia. Durante el sueño se le abren paso las preocupaciones de la guerra.

La angustia que le produce su familia perdida en alguna de las provincias profundas de Polonia le despierta los temores del hombre contemporáneo a caballo de dos épocas. Henryk ve surgir de ese mundo onírico a su casa natal en Polonia, a sus padres y a su novia.
El hogar se ha envilecido y transformado en una taberna en la que su novia es la camarera y su padre el tabernero, y ese padre empobrecido y degradado en una posada miserable, perseguido por unos borrachos que se mofan de él, grita al cielo que es intocable, y alrededor de esta exclamación se empieza a hilar toda la trama de la obra. Los borrachos cantando y bailando a su alrededor con risas beodas y sarcásticas lo señalan con el dedo como si fuera un rey intocable.

Pero, entonces, el hijo le rinde homenaje al padre con toda la seriedad de una consagración real, y el padre se transforma en rey. Ya como rey el padre eleva al hijo a la dignidad de príncipe y le hace la promesa, en virtud de su poder real, de que le concederá un casamiento digno y religioso, y que restituirá a la novia la pureza y la integridad de antaño.
Cuando se está preparando el casamiento digno y sagrado que celebrará un obispo el sueño del protagonista empieza a vacilar junto a la ceremonia, Henryk se siente amenazado por la estupidez, justamente cuando aspira con toda el alma a la sabiduría, a la dignidad y a la pureza y, poco a poco, va perdiendo la confianza en sí mismo y en el sueño.

Otra vez entra en la escena el cabecilla de los borrachos para provocarlos, y cuando Henryk está a punto de pegarle, la escena se metamorfosea en una recepción de la corte en la que el borracho se ha convertido en el embajador de una potencia extranjera que incita al príncipe a la traición. El obispo, el rey, la iglesia y Dios son viejas supersticiones y, si Henryk se proclamara a sí mismo rey, ninguna autoridad divina ni terrenal le sería necesaria.
Se administraría a sí mismo el sacramento del matrimonio y obligaría a todos a reconocerlo y a reconocer a la novia como pura y unida a él. Una transformación que había comenzado con la intocabilidad del padre culmina en el paso de un mundo basado en la autoridad divina y paternal a otro en el que la propia voluntad de Henryk deberá convertirse en la autoridad divina y creadora como la de Hitler, como la de Stalin.

El príncipe cede a la incitación del borracho, destrona al padre y se convierte en rey, pero el borracho anda detrás de algo más. Cuando estaba por finalizar la ceremonia matrimonial le pide a un amigo de Henryk que sostenga una flor encima de la cabeza de la novia; acto seguido la escamotea rápidamente dejándolos en una actitud falsa y sospechosa que despierta los celos del príncipe.
Henryk ve al borracho como si fuera un sacerdote cochino uniendo a su amigo Wlazio y a su prometida Manka en un casamiento inmoral y bajo. Henryk se convierte en un dictador, ha dominado a todo el mundo, también a sus padres, y de nuevo se vuelve a preparar la ceremonia nupcial pero esta vez sin Dios, sin otra sanción que la de su poder absoluto.

Pero el dictador siente que su poder sólo tendrá realidad si es confirmado por alguien que realice voluntariamente el sacrificio de su sangre. Le pide a Wladzio que se mate para él, pues este sacrificio calmará sus celos y lo hará poderoso y formidable para realizar su casamiento y conseguir la pureza de la novia. Wladzio se mata, pero Henryk retrocede horrorizado ante lo que ha hecho y el casamiento no se consuma.

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