viernes, 17 de julio de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y NICOLÁS COPÉRNICO


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y NICOLÁS COPÉRNICO

Cada nación pasa por tener un campeón de campeones, el campeón de campeones de Polonia es, sin lugar a ninguna duda, Nicolás Copérnico. Desde los primeros escarceos literarios de Gombrowicz con el mundo de la inmadurez hasta el Premio Internacional de Literatura pasó mucho tiempo. Cuando finalmente lo recibió Gombrowicz golpeó a los polacos de muy buena gana, como siempre lo hacía, para que sintieran en carne viva los errores que habían cometido con su persona.
“¡Oh, literatura polaca! Yo, el andrajoso, el desplumado, el maltratado, yo, el presumido, el renegado, el traidor, el megalómano, deposito a tus pies este laurel internacional, el más sagrado desde los tiempos de Sienkiewicz y de Reymont! (...) ¡Lo veis palurdos! (...) Qué fácil es permanecer con Copérnico, resulta más difícil adoptar una actitud inteligente y honesta con los valores vivos de la nación”

Los polacos se han convertido en unos maestros del ladrido. Gombrowicz conocía a un polaco que solía sumirse en profundas meditaciones. Luego, al volver en sí, decía: –Lameculos, cerdos, cerdas, comemierdas, todos son la misma porquería; –¿En qué piensas?; –En los polacos. Copérnico fue uno de los primeros en ladrarle al geocentrismo de Ptolomeo, y Gombrowicz fue unos de los primeros en ladrarle al modernismo.
El sistema geocéntrico de Ptolomeo, desarrollado en el siglo II, era el modelo de universo aceptado en tiempos de Copérnico. La idea de un sistema heliocéntrico había sido discutida en la antigüedad por los griegos pero fue desechada porque la física aristotélica no podía aceptar el movimiento de la Tierra.

Nicolás Copérnico fue el astrónomo que formuló la primera teoría heliocéntrica del Sistema Solar. Su libro, “De revolutionibus orbium coelestium”, es usualmente concebido como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna, además de ser una pieza clave en lo que se llamó la Revolución Científica en la época del Renacimiento. Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba como poco más que una distracción. Sus investigaciones se basaron principalmente en el estudio de los textos y de los datos establecidos por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su vida.

Gombrowicz anduvo buscando durante toda su vida una manera de pasar de la inferioridad a la superioridad con un movimiento de ida y vuelta conservando por separado las propiedades que tienen cada uno de estos estadios, una aspiración a la totalidad y a la universalidad característica de la cultura de su tiempo. Hacia el año 1930 Gombrowicz había empezado a frecuentar los cafés literarios y seguía escribiendo novelas cortas.
Decide permanecer en Radom pero choca con la hostilidad de los abogados locales que en su gran mayoría pertenecían al Partido Nacional, una agrupación política de derecha. Los partidarios de esa agrupación se escandalizaban por las relaciones que tenía Gombrowicz con centros de izquierda y, particularmente, por las que tenía con Wiadomosci Literackie. Desde ese mismo momento renunció a la continuación de su carrera jurídica.

“Era una época en la que estaba en mala disposición con el arte. Me saturaba de Schopenhaher y de su antinomia entre la vida y la contemplación, y de Mann en cuya obra ese contraste tiene un aspecto más doloroso. El arte era para mí el fruto de la enfermedad, la debilidad, la decadencia; los artistas, por así decirlo, no me gustaban, personalmente yo prefería al mundo y a la gente de acción. Estas fobias, a mi edad, eran apasionadas, yo tenía entonces veinticinco años, que es cuando todavía no se ha renunciado a la belleza. El mundo artístico me atraía por su libertad y su resplandor, pero me repudiaba física y moralmente”
Habiendo puesto en entredicho todas las posiciones de la cultura no tenía sentido que Gombrowicz fuera superior para los escombros sembrados a su alrededor después de ese trabajo de demolición.

Debía ser superior para alguien de su mismo rango y no de un rango inferior. Llegados a este punto es necesario recordar algunos de los negocios que tenían en común los yo y el doble de Gombrowicz, tres existencias distintas en las que los yo representaban a su persona y el doble a su obra.
El día que Bruno Schulz le reprochó amargamente que no estaba a la altura de lo que había escrito en “Ferdydurke” empezó a ver con claridad que la obra vivía su propia vida, existía en otra parte y poco podía hacer por él. Se dio cuenta que entre “Ferdydurke” y él ocurría exactamente lo mismo que les había acontecido en las páginas del libro a sus personajes. La obra, metamorfoseada en cultura volaba libremente a plena luz del día mientras él se hallaba en un pozo.

La persona de Gombrowicz reconoció al Gombrowicz de la obra como un ser distinto, al Gombrowicz que exitía desde afuera. Siente que el rasgo más distintivo de este doble respecto a los demás es la importancia que le había dado a su persona. Esta función de agrandamiento del yo no le podía ser indiferente a la naturaleza, así que supuso que su suerte después de la muerte debería ser distinta a la de los otros. El yo inferior no tenía por qué gustarle a nadie, más que a él mismo, pero el otro yo se conocía como superior cuando entraba en contacto con el yo inferior.
Mientras estas dos personas miraban al doble, el doble también las miraba despertando de un sueño erótico y humorístico. En la tercera actualización de su inmadurez que hace en la Argentina conoce a los jóvenes de Tandil, entonces escribe en los diarios páginas en las que el centro de la importancia es ocupado por la desfachatez y la ligereza de la adolescencia.

Pero tres años después aparece una de sus reiteradas inversiones copernicanas y cambia el centro, ahora lo ocupa la responsabilidad y el peso de la madurez.
“En aquel entonces yo estaba con toda mi alma del lado de la evolución que iba destruyendo todos esos cultos y veneraciones, que para mí eran simplemente tontos y quitaban a los polacos su audacia y su libertad. Hoy en día, después de haber pasado veinte años en América donde la gente no hace caso a los esplendores del otro, tanto si se trata de un millonario, un dignatario, un artista o un científico, donde un chiquillo de diez años se dirigiría a Einstein con el mismo desparpajo con el que se dirige a sus compañeros, empiezo a veces a añorar aquellas vergüenzas de otro tiempo, los antiguos rubores y toda aquella torpeza fruto de la admiración (....)”

“Naturalmente es agradable sentirse seguro de sí mismo y cómodo con todo el mundo, no dejarse impresionar, no interesarse demasiado por nadie, dedicarse a asuntos personales y, sin embargo, se produjo una especie de empobrecimiento cuando el hombre dejó de sentir en el otro un secreto magnífico e inaccesible y desaparecieron las tensiones entre los diferentes mundos”
Gombrowicz ha expresado en más de una oportunidad que no luchaba contra la falsedad que tenía dentro de sí mismo, sino que se limitaba a revelarla en el momento que se le aparecía, pero en el caso presente, como en muchos otros, no sabemos si la falsedad le aparece cuando se pone de parte de la desfachatez de los jóvenes de Tandil o del secreto magnífico e inaccesible del hombre de antes.

Desde Copérnico hasta el presente los polacos han tenido la costumbre de poner el mundo patas para arriba o, para decirlo de una manera más apropiada, de cambiarle el centro a las cosas. Los medios de comunicación internacionales han dando la vuelta a la tierra con la noticia de que un polaco se despertó después de veinte años de estar en coma. El pobre hombre se había dormido cuando Polonia era todavía comunista y se despertó en medio de una Polonia copada por los ultranacionalistascatólicos.
La condición de personas que se acuestan en una cama comunista y se despiertan en una cama no comunista es la condición de la mayoría de los polacos. La diferencia con el polaco que durmió durante veinte años es la de que los polacos no duermen porque no los dejan dormir.

A pesar de que no duermen tiene una resistencia natural a cambiar, de hecho se comportan como personas que estuvieran dormidas. Gombrowicz ha escrito palabras memorables sobre los polacos y, aunque en este caso es más difícil elegir páginas, en casi todas ellas pone de relieve una naturaleza polaca atada al pasado.
“Sois como un pobre que presume de que su abuelita tenía una granja y viajaba a París (...) nada de lo que le es propio al hombre debe impresionarlo; de tal modo que si nos impresiona nuestra grandeza o nuestro pasado, ésa es la prueba de que aún no lo llevamos en la sangre”
A pesar de todo Gombrowicz pensaba que hay un alter ego polaco que estaba pidiendo a gritos el derecho a la palabra, para destacar el hecho de que el rasgo más característico del pueblo polaco, producido por la historia, es la exageración. La virilidad, la violencia psíquica, el amor a la patria, la fe, la honradez, el honor tienen en Polonia un quantum de exceso. El alter ego que existe dentro del polaco, ahogado por las costumbres y el pasado, intenta negar esta exageración, pero le resulta muy difícil rebelarse contra ella.



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