viernes, 26 de junio de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y CRISTÓBAL COLÓN


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y CRISTÓBAL COLÓN

A medida que Gombrowicz fue adquiriendo seguridad sobre la dimensión de su importancia empezó a sentirse como un Cristóbal Colón de la literatura. Desde Europa nos escribía que sus conocimientos sobre Sartre y Heidegger le alcanzaban para poner en aprietos a los más agudos intelectos de Francia y Alemania, que Günter Grass no era gran cosa, que John Steinbeck era aburrido, que Gabriel Marcel era un viejo boludo, que los escritores de Francia se parecían a los perros de Pavlov y que sus cocineros deberían ocuparse de la literatura pues tendría mejor gusto, y, en fin, que él era un gran escritor al que los demás no le llegaban ni a la suela de los zapatos.. Gombrowicz se exploraba a sí mismo como si fuera un nuevo continente, y con el mismo talante de Cristóbal Colón descubría zonas enteras de la cultura que el pensamiento crítico había dejado vírgenes.

Lo que ocurrió fue que se fue convirtiendo en una persona seria, en un adulto, en un inmaduro viejo: “(...) hoy, por ejemplo, me levanté a las 9 (me levanto temprano) desayuné (...) me puse a escribir una nota política (pues la grandeza me obliga a tomar la palabra en asuntos de excepcional importancia)”
De apuro, también, se tuvo que construir un pasado familiar, un árbol genealógico (dibujado ya lo tenía, lo había desarrollado en sus horas de ocio mientras que fingía que trabajaba en el Banco Polaco), pues la fama lo obligaba a esclarecer su pertenencia a una familia de linaje noble, según lo imaginaba él. Descuenta que su regreso a la Argentina lo convertiría en algo así como un Cristóbal Colón, como un Cesar, pero sin la seriedad de estos prohombres pues pensaba especialmente en las burlas y en la venganza.

Y cuando alguien le hacía un reproche por su falta de lealtad respondía que la lealtad tiene sólo una función limitada, mientras que el talento debe aspirar al infinito: “Si Colón hubiera sido demasiado leal con el huevo, no hubiera descubierto América”. Gombrowicz emprende un viaje a un nuevo continente en “Pornografía, como Cristóbal Colón lo había emprendido para llegar a las Indias.
Es la obra en la que ajusta las cuentas con su cuerpo y es también la que cierra su ciclo de humor literario. El epistolario con los jóvenes argentinos comienza justamente en la época en la que le pone punto final a “Pornografía”, es la puerta que le abre a la carga de ironía y de sarcasmo que lleva dentro de sí pues le está cerrando la otra puerta en esta novela.

En “Pornografía” Gombrowicz renuncia a la distancia que le proporciona el humorismo, no es una sátira, es la narración de las aventuras que tienen dos señores de mediana edad con una pareja de adolescentes y una confrontación metafísica y sensual entre la madurez y la inmadurez en la que trata de darle una forma más o menos organizada a la confusión que tiene con su sexo y con su edad.
“Ferdydurke” es la obra de los fundamentos, “Transatlántico” de la risa, “Pornografía” del pathos y “Cosmos” de la grandeza. Los lectores están habituados a las formas literarias tradicionales que han sido probadas muchas veces a lo largo del tiempo. En “Ferdydurke” Gombrowicz utiliza el estilo del cuento filosófico a la manera volteriana; en “Transatlántico”, el del relato antiguo y estereotipado.

En “Pornografía” utiliza el estilo de la novela rural polaca; y en “Cosmos”, el de la novela policial. Parodia estos estilos, utiliza las formas antiguas y legibles para salirse de ellas y juntarlas con las concepciones modernas del mundo. Gombrowicz pensaba que “Ferdydurke”, el “Diario” y “Pornografía” constituían la mejor introducción a su obra y a su vida.
El mundo de “Ferdydurke” y de “Pornografía” está degradado, y el espíritu sumergido en la ligereza y la inferioridad, en estas dos novelas la juventud tiene el papel estelar. Pero es en “Pornografía” donde aparece más claramente su intención de llegar a través del cuerpo a las antinomias del espíritu, una metafísica erótica que está más allá del mundo carnal.

En algunas ocasiones Gombrowicz tenía dudas sobre el título que debía ponerle a sus libros, a “Cosmos” le hicieron competencia Figura y Constelación porque no le aparecía con claridad qué idea tenía más relevancia en la novela, si la de forma o la de realidad. A “Pornografía” le hizo competencia Acteón. Acteón era un cazador que sorprendió a la hermosa Diana bañándose desnuda.
Se quedó mirándola fascinado por su belleza, la diosa se irritó, lo convirtió en ciervo y fue devorado por sus propios perros. En “El ser y la nada”, Sartre, al que no le alcanzaban los complejos de Edipo y de inferioridad, se inventó otros dos: el de Acteón y el de Jonás. El de Acteón está relacionado con la mirada curiosa y lasciva cuya sublimación es el origen de toda búsqueda.

Se diferencia del voyeurismo tradicional en que es la búsqueda más que el encuentro lo que caracteriza al complejo. Llegados a este punto vamos a ver qué tiene que ver el complejo de Acteón con el intento que hace Gombrowicz en “Pornografía” de pasar el mundo maduro por el cedazo de la juventud, el pensamiento por el sexo y la metafísica por el cuerpo.
Las tres grandes categorías del psicoanálisis existencialista son: tener, hacer y ser, siendo la de tener la más importante pues está relacionada con la idea de posesión.. Para Sartre, la esencia de las relaciones humanas, incluido el amor, es una tentativa de posesionarse de la libertad del otro, de esclavizarlo. Pero esta actividad de apropiación del hombre no está relacionada solamente con las personas sino también con las cosas.

El conocimiento, en el sentido de descubrimiento de la verdad, es un cazador que sorprende una desnudez blanca y virgen, para robarla, apropiarse de ella y violarla con la mirada. El conocimiento o descubrimiento de la verdad es un modo de apropiación, es algo análogo a la posesión carnal, que nos ofrece la seductora imagen de un cuerpo que es perpetuamente poseído y perpetuamente nuevo, y en el cual la posesión no deja rastro alguno.
“Pornografía” es una novela en la que las transformaciones las sufren los maduros, los jóvenes son poseídos por las miradas de los adultos pero permanece intactos. Es una narración metafísica más que psicológica, donde la fascinación por la juventud presiona más que en “Ferdydurke” y en los diarios.

Las relaciones que se establecen entre el erotismo y la muerte dan prueba de la inmensa intuición que inspiraba a Gombrowicz mientras escribía la “Pornografía”. Las transacciones entre la mirada, lo sagrado, el conocimiento, la santidad, el cuerpo y la guerra son una manifestación viviente del complejo de Acteón, no por nada este fue el primer nombre que se imaginó para su novela.
A pesar de que Gombrowicz se había convertido en un maestro en el arte de producir conflictos y de caer en desgracia, también tenía otros proyectos. Poco tiempo después de haber terminado “Pornografía” le pareció que esta obra podía ser un intento de renovación del erotismo polaco, un erotismo que se correspondiera mejor con el destino y la historia de la Polonia de los últimos años hecha de violencia y esclavitud, una historia que descendía hacia el oscuro extremismo de la conciencia y del cuerpo.

La idea de que “Pornografía” podía ser el moderno poema erótico de Polonia no se le apareció a Gombrowicz mientras la escribía, era una idea extraña, por otra parte, ajena a su naturaleza. Era una idea extraña porque Gombrowicz no escribía para la nación ni con la nación ni desde la nación, escribía solamente consigo mismo y desde su propio interior.
“Pero, ¿no será que mis enredos se mezclan en secreto con los enredos de la nación? Yo, americano, yo, argentino, caminado por la Orilla del Océano Atlántico. Todavía soy polaco..., sí..., pero ya solamente por mi juventud, por la infancia, por esas fuerzas terribles que en aquel entonces me estaban formando, grávidas ya de todo lo que el futuro iba a traer... Tal vez esté ligado a Polonia más de lo que me parece”

Así que no sólo quería ser joven y bello para agradar, sino que también quería crear un modelo para el desarrollo artístico de estas cuestiones nacionales. La confidencias que hace Gombrowicz sobre su homosexualidad son confesiones a medias, porque no siempre lo había sido, y porque, a su juicio, casi no había hombre que no hubiera experimentado esa tentación.
Estas afirmaciones, aunque no están formuladas abiertamente en "Pornografía", son las que determinan la naturaleza del experimento que lleva a cabo Gombrowicz. Pero, para cierta especie de críticos, la acción de esta novela es un fábula arbitraria y mágica que ocurre simplemente por orden de Frederyk, un personaje sobrenatural y casi divino, que vendría a ser algo así como el alter ego de Gombrowicz.

“El protagonista de esta novela, Frederyk, es un Cristóbal Colón que parte a descubrir tierras desconocidas (...) Si alguien me acorralara preguntándome cuál es pues la belleza que persigue Frederyk en “Pornografía”, mi respuesta sería: no se sabe muy bien”
Las naturalezas no eróticas tienen dificultades para penetrar en los mundos eróticos, además, las obras de Gombrowicz son difíciles, sin embargo, la estupidez de los críticos debiera tener un límite, el límite de no escarbar en las perversiones de Gombrowicz sin la capacidad de descubrir a qué consecuencias llevan. El hombre en el camino del desarrollo busca la madurez, quiere completarse para conseguir la plenitud, y la máxima plenitud es la de Dios. La pregunta que se hace Gombrowicz es si éste es el único anhelo del hombre.

En “Ferdydurke” se le revela por primera vez otro objetivo, y este objetivo le vuelve a aparecer en “Pornografía”. Si la búsqueda del completamiento y de la plenitud es clara y legítima, esta otra búsqueda es más oculta y menos legal, es una necesidad de imperfección y de inferioridad, los atributos de la juventud.
“La juventud se me apareció como el más alto y más absoluto valor de la vida... Pero este valor tenía una característica inventada seguramente por el mismísimo diablo: al ser juventud, era algo por debajo de cualquier valor”
La atracción que ejerce en Gombrowicz la falta de plenitud y la imperfección lo protegió del existencialismo, a pesar de su conflicto tan agudo entre la vida y la conciencia.

El aporte más significativo que hace Gombrowicz al pensamiento y a la literatura es el de que la falta de seriedad es tan importante para el hombre como la mismísima seriedad. Y esta participación de la falta de seriedad en el negocio de la literatura y de la vida es la que hace de Gombrowicz un Cristóbal Colón estrafalario.
“Su partida de Tandil fue también payasesca. Recuerdo que mientras lo saludábamos en el andén él estaba parado majestuosamente en el estribo del tren con su traje, su paraguas y su pipa. Parecía un conde. Tan rara era su imagen, que provocó una situación también rara: se le acercó un hombre que estaba caminando por el andén y sorpresivamente le preguntó: –¿Y usted, qué es?–, y se fue”


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