lunes, 22 de junio de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y BLAISE PASCAL

JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y BLAISE PASCAL

Cuando Gombrowicz reflexiona sobre la igualdad y la moral algunas veces se le cruza en el camino Baise Pascal como representante de la desigualdad del hombre y del dolor. Entre un hombre y otro puede haber una diferencia cien veces más grande que la que puede existir entre un animal y otro. Entre Pascal y un campesino, escribe Gombrowicz en los diarios, hay un abismo mayor que entre un caballo y un gusano.
La presencia del espíritu en el hombre es la condición que hace posible la existencia de la enorme diferencia que puede haber entre dos individuos de la especie humana. Tomando el resto de los animales como si fueran de una sola especie la diferencia mayor que puede existir entre dos ejemplares cualesquiera de este reino complementario es de rango menor.

Estoy tentado a decir que la Ivona de la pieza de teatro es Gombrowicz mismo, a través de este aspecto de su personalidad conocía su propia superioridad y también a decir que, igual que el príncipe Felipe de esa obra, Gombrowicz quería ser superior para él mismo y no para los demás. Habiendo puesto en entredicho todas las posiciones de la cultura no tenía sentido que fuera superior para los escombros sembrados a su alrededor después de ese trabajo de demolición.
Debía ser superior para alguien de su mismo rango y no de un rango inferior. Llegados a este punto es necesario recordar algunos de los negocios que tenían en común los yo y el doble de Gombrowicz, tres existencias distintas en las que los yo representaban a su persona y el doble a su obra.

El yo de Gombrowicz estaba partido en dos, un yo era la mazmorra y la Ivona, y el otro yo, el que quería ser superior para sí mismo, el hijo de una buena familia. La persona de Gombrowicz reconoció al Gombrowicz de la obra como un ser distinto, al Gombrowicz que existía desde afuera. Siente que su rasgo más distintivo respecto a los demás es la importancia que le había dado a su persona.
Esta función de agrandamiento del yo no le podía ser indiferente a la naturaleza, así que supuso que su suerte después de la muerte debería ser distinta a la de los otros. El yo inferior no tenía por qué gustarle a nadie, más que a él mismo, pero el otro yo se conocía como superior cuando entraba en contacto con el yo inferior, con la mazmorra y la Ivona. Mientras estas dos personas miraban al doble, el doble también las miraba despertando de un sueño erótico y humorístico.

La desigualdad esencial del hombre se desenvuelve en las ideas de superioridad e inferioridad, y en este pensamiento fundamental aparece Pascal en el mundo de Gombrowicz a los quince años.
“El divorcio respecto a Dios –un asunto capital, gracias al cual el espíritu se abre a la totalidad del universo– se operó en mí fácilmente, sin que me diera cuenta, de hecho no sé cómo ocurrió; sencillamente hacia los catorce o quince años dejé de preocuparme en Dios. De todos modos, creo que incluso antes ya no me preocupaba demasiado. En los tocante al intelecto, apenas en el sexto curso a los quince años, ya le echaba de vez en cuando una hojeada a la “La crítica de la razón pura”. Conservo de esa época notas sobre Spencer, Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Shakespeare, Goethe, Montaigne, Pascal, Rabelais (...)”

“Buscaba el estilo del pensamiento fundamental, el estilo de una sensibilidad que llega al fondo de las cosas, así como la independencia, la libertad, la sinceridad, acaso también la maestría. Devoraba el estilo, el modo de expresarse, el tono, la manera de ser de esas personas, con la avidez de una hambriento. Pero era un palurdo... Cierta torpeza campesina... , la candidez del hidalgo rural y la efusión eslava me limitaba. Me sentía incómodo”
Los pensadores más insignes de la moral francesa son Michel Montaigne, Blaise Pascal y Jean Paul Sartre. Gombrowicz iba en otra dirección, se veía a sí mismo como un hombre de una naturaleza noble pero débil, como un rebelde con un reflejo moral simple pero fuerte.

Esta naturaleza lo inclinó a manejarse con una moral granulada para enfrentar a las morales del siglo, el comunismo y el existencialismo, y a la moral milenaria del cristianismo de la que rechazaba sus concepciones erróneas de la igualdad y la inmortalidad del alma. Michel Montaigne y Blaise Pascal no confrontan el alma individual con la existencia, sus proposiciones teóricas andan detrás del perfeccionamiento de la conciencia.
Pero la cuestión para Gombrowicz es otra, es saber hasta qué punto su conciencia es suya. La conciencia es un producto colectivo, así que con ella no se lo puede tratar al hombre como si fuera un alma autónoma. Gombrowicz piensa que a la literatura le resulta indispensable una moral, que sin moral no existiría la literatura, que la moral es el sex appeal de la literatura puesto que la inmoralidad es repulsiva y el arte debe ser atrayente.

Una de las razones por la que le resulta difícil darle un tratamiento literario a la moral es porque el sentido moral de estos franceses posee un carácter individual y procede de la idea de un alma inmortal, y en el mundo de Gombrowicz el hombre es creado por los otros hombres. Sin embargo, la moralidad en sus obras se manifiesta con mucha intensidad, es más fuerte que Gombrowicz, él no la busca, pero ella lo busca a él y lo gobierna.
Blaise Pascal, filósofo, físico y matemático francés, fue un genio precoz. El teorema del hexágono, el triángulo aritmético, el cálculo de probabilidades, la máquina de sumar, su polémica sobre el horror vacui en la que apoyó a Torricelli, y su estudio de la cicloide, punto de partida en el desarrollo del cálculo diferencial, lo colocan en el ápice de los campeones de las ciencias duras.

En “Pensamientos” hace una apología del cristianismo. Su principal estrategia en este libro fue contraponer el escepticismo de Montaigne al estoicismo de Epicteto con la finalidad de colocar al hombre ateo en un punto de confusión y desesperanza tal que pudiera acoger a Dios. Es considerada como una obra maestra del pensamiento y como uno de los libros más elocuentes de la prosa francesa.
En “Pensamientos” analiza las paradojas del infinito y de la nada, de la fe y de la razón, del alma y de la materia, de la vida y de la muerte, del significado y de la superficialidad, de la ignorancia y de la gracia. El ascetismo, el modo de vida de Pascal, es la consecuencia de su creencia en que el dolor es lo más esencial de la naturaleza del hombre, una idea que atrapó rápidamente la conciencia de Gombrowicz.

Una cuestión que hostigaba permanentemente a Gombrowicz era la relación que existía entre lo inferior y lo superior y su confrontación con la idea de igualdad. Según lo entendía él la idea de igualdad es contraria a toda la estructura del género humano. De la desigualdad fundamental entre un hombre y otro deduce que la idea de la iglesia sobre la igualdad del alma, y la idea democrática sobre la igualdad del derecho al desarrollo son falsas.
Un error igualitario que tiene origen, según Gombrowicz, en la semejanza del cuerpo de los hombres. Cristo, con la simpleza y la virtud elementales hizo posible el encuentro entre el filósofo y el analfabeto, entre lo superior y lo inferior, un encuentro que Gombrowicz buscaba y que el cristianismo, con una sabiduría calculada para todas las mentes, podía haberle procurado si no fuera por su postulado de la igualdad de las almas.

El comunismo también podía brindarle un punto de apoyo excelente para reflexionar sobre este asunto, pero la mayor falsificación de las imágenes del campesino y del obrero es un triste honor que ha recaído en los escritores comunistoides con su operación sistemática de divinizar al proletariado. La fórmula que utilizan se basa en la renuncia falsa del superior a su primacía intelectual para servir al proletariado y construir con él el mundo racional del futuro.
Estos modelos no nos acercan ni una pulgada siquiera al proletariado y el problema gigantesco del encuentro de la superioridad y la inferioridad sólo se ha vuelto más falso. La desigualdad es la que hace posible la renuncia a la propia identidad en favor de otro hombre, una condición necesaria para el encuentro del superior con el inferior en una dirección de ida y vuelta.

De esta posibilidad de encuentro Gombrowicz saca la conclusión que la angustia metafísica de nuestro tiempo, a falta de Dios, puede expresarse mediante esa renuncia. Gombrowicz se vale en su obra de otras formas de aproximación entre lo superior y lo inferior, la de la fraternización con el peón, por ejemplo, pero éste es un recurso literario que no tiene el nivel de un pensamiento, son medios que utiliza para erotizar su filosofía pues no le tiene confianza al pensamiento desexualizado.
“No podía hacer nada para mejorar la suerte de las capas sociales inferiores, pero, ¿quién sabe?, quizás podría contribuir a mejorar el comportamiento de los superiores respecto a los inferiores (...) si la vida miserable deformaba al proletariado, si la ociosidad y las comodidades deformaban a los terratenientes, esa intelligentsia urbana también era deformada por su modo de vivir (...)”

“¿Acaso la vida nunca creaba hombres completos? ¿Tenían que ser siempre fragmentos humanos que se complementaban entre sí? (...) Ése era, pues, un error de estilo, un error de forma de una importancia inconmensurable, ya que hacía del hombre únicamente un producto de su propia clase, de su grupo social, lo separaba de otras vidas, lo empequeñecía, limitaba, hacía imposible cualquier contacto creativo con gente de otra clase. ¡Tantas vidas a las que no tenían acceso! ¡Y yo tampoco! ¡Habría que destruir esa forma, imponer otra que permitiera a la superioridad acercarse a la inferioridad, establecer con ella una relación creativa! (...)”



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