[“Decir muchas cosas que son ahora indecibles”]. Por Víctor Quezada
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¿Cómo debía presentarme?
“Recuerdo la primera vez que fui a cenar a su casa. ¿Cómo debía
presentarme a los Capdevila? ¿Como el trágico exiliado de una patria
invadida? ¿Como un literato extranjero que sabe discurrir sobre los
“nuevos valores” en el arte y desea informarse sobre el país? Capdevila y
su esposa esperaban que apareciera en una de esas encarnaciones, además
estaban llenos de una simpatía potencial hacia “el amigo de
Choromanski”… pero pronto se sintieron confundidos al encontrarse ante
un muchacho enteramente joven que, sin embargo, no era ya un muchacho
tan joven…” (Gombrowicz, 37)
Fácilmente, frente a un diario, se podría optar por un análisis textual
donde la representación sea reconocida como tal, como pura
representación, tarea plausible que, sin embargo, me parece anula cierta
ilusión, cierto carácter que sin dejar de estar inscrito en el texto,
desborda la superficie textual, para suscitar una imagen del sujeto del
diario.
Me gustaría –con la conciencia del dominio de la representación- hablar
de la ilusión de realidad que tenemos cuando leemos un diario de vida,
cuando leemos literatura en general: como el producto último de un
sujeto determinado, cuya problemática personalidad es suficiente como
para sostener una casa.
***
Esa ilusión que nos hacemos, ¿cómo abordar esa ilusión dentro de los
dominios de la ficción? ¿No es acaso más importante nuestro compromiso
con la realidad de/en un texto, con “una” realidad?
A los pactos por los cuales aceptamos a la literatura en su
verosimilitud, ¿no abría que sumar algo así como un pacto de realidad,
un pacto de “ilusión de realidad”?
***
Pero, ¿cuál es la modalidad particular de dicha ilusión?
***
Wolfgang Iser (en Ficcionalización: la dimensión antropológica de las
ficciones literarias): “La ficcionalización en literatura implica la
condición de ‘éxtasis’, que permite a uno ser simultáneamente uno mismo y
aparte de uno mismo”. La ficcionalización operaría en el ser fuera de
uno mismo; suscitando las figuras del doble, el disfraz, la máscara, la
“personae”.
Entonces: ¿cuál es el lugar del sí mismo en literatura? O –teniendo en
cuenta el carácter relacional del problema de la identidad (de la
determinación, de la definición, de la individuación)-, ¿existe algo así
como un “sí mismo” en literatura?
***
La ficcionalización para Iser tiene un objeto claro: “volverse accesible
a uno mismo”. Aunque esa accesibilidad “no es nada más que una forma de
hacer creer”: por un lado, que uno es accesible para sí mismo; por
otro, que los términos de dicha accesibilidad no son sino “formales”,
“literarios”, un “relato”, no “reales”. ¿Existe o no existe algo así
como un “sí mismo” en literatura?
"Esta particularidad define toda mi producción literaria. Ensayo
diferentes papeles. Asumo actitudes diversas. Doy a mis vivencias
diferentes sentidos… si uno de ellos es aceptado por los demás, me
afianzo en él. El verbo no me sirve únicamente para expresar mi
realidad, sino para algo más, es decir: para crearme frente a los demás y
a través de ellos". (Gombrowicz, 70)
***
La modalidad particular de esa ilusión: un sujeto que –aunque
problemático- se muestra completo. ¿Es el objeto del diario de vida
volverse accesible a sí mismo? Para, en esa búsqueda, quizás,
reconocerse perdido.
***
¿Existe algo así como un “mí mismo” para mí? W. Iser:
“Por lo tanto, la ficcionalidad literaria puede tomarse como una
indicación de que los seres humanos no pueden estar presentes para ellos
mismos – una condición que nos hace creativos (incluso en nuestros
sueños), pero que nunca nos permite identificarnos a nosotros mismos con
los productos de nuestra creatividad. Esta constante puesta en escena
de nuestra modelización de uno mismo nunca encuentra restricciones,
aunque el precio que ha de pagarse por esta libertad de extensión es la
falta de definición y permanencia de todas las formas asumidas. Si la
ficcionalización provee a la humanidad con las posibilidades de la
extensión de uno mismo, también expone la deficiencia de los seres
humanos – nuestra inaccesibilidad fundamental a nosotros mismos”.
***
No somos para nosotros mismos sino a través de un proceso de ficcionalización.
Un juvenil bastarme a mí mismo
Entendida la identidad no como la imagen monolítica de sí (los rasgos
propios de un individuo, “apropiados” por/para una colectividad), sino
como la pluralidad de imágenes que se superponen, yuxtaponen y presentan
de manera estratégica en el espacio de la representación, ¿no es acaso
la manera en que elijo presentarme a mí mismo -ser esto en vez de
aquello- frente a diferentes situaciones de comunicación, precisamente,
prueba de mi libertad frente a mí mismo y el mundo, la forma de una
resistencia?
"Aunque quisiera imponerme como un valor, ¿qué podía hacer si el idioma
me era desconocido y la gente se entendía conmigo en un francés cojo?
Así que todo: mi aspecto, mi situación, mi absoluta desviación de la
cultura y las vibraciones secretas de mi alma, todo me empujaba hacia
una ligereza juvenil, un juvenil bastarme a mí mismo". (Gombrowicz, 38)
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Leer como si fuese verdad, no como verdad. Pacto de ilusión de realidad.
No –el Diario argentino- en su carácter de construcción discursiva,
ficticia y cerrada, secundaria y, por tanto, ineficaz, porque en
Gombrowicz la búsqueda de una nueva sensibilidad, de nuevas formas de
expresar lo que aún no ha sido dicho, de una “nueva suavidad” (Rolnik),
es política y debiera actuar sobre la realidad: “Solamente cuando
lograra liberarme de la masculinidad, su juicio sobre mí perdería
virulencia y podría entonces decir muchas cosas que son ahora
indecibles” (68).
¿Sin embargo, qué entendemos como realidad?
***
Si la realidad aquí implica un presentarse a sí mismo frente a otros, si
la realidad la entendemos como una relación del “yo” con el mundo, en
el reconocimiento de las posibilidades estratégicas de la presentación
de sí se definen las relaciones de poder. Y las posibilidades de ser
(Gombrowicz), de ser “inferior”: “¿Cómo debía presentarme a los
Capdevila? ¿Como un literato extranjero que sabe discurrir sobre los
‘nuevos valores’ en el arte y desea informarse sobre el país?” (37).
Una juventud idéntica a mí
No somos para nosotros mismos sino a través de un proceso de
ficcionalización. ¿Podemos entender dicho proceso como una práctica de
libertad que nos permita entender qué es nuestra libertad en el mundo?
"Los griegos, en efecto, problematizaban su libertad, la libertad del
individuo, para convertirla en un problema ético. Pero la ética en el
sentido en que podían entenderla los griegos, el ethos, era la manera de
ser y de conducirse. Era un cierto modo de ser del sujeto y una
determinada manera de comportarse que resultaba perceptible a los demás.
El ethos de alguien se expresaba a través de su forma de vestir, de su
aspecto, de su forma de andar, a través de la calma con la que se
enfrentaba a cualquier suceso, etc. En esto consistía para ellos la
forma concreta de la libertad: es así como problematizaban su libertad.
El que tiene un ethos noble, un ethos que puede ser admirado y citado
como ejemplo, es alguien que practica la libertad de una cierta manera.
No creo que sea necesaria una conversión para que la libertad sea
pensada como ethos, sino que la libertad es directamente problematizada
como ethos. Pero para que esta práctica de la libertad adopte la forma
de un ethos que sea bueno, bello, honorable, estimable, memorable, y que
pueda servir de ejemplo, es necesario todo un trabajo de uno sobre sí
mismo". (Foucault)
***
El ethos discursivo: una “manera de decir” que sea a la vez una “manera de ser”:
“En última instancia, la cuestión del ethos está ligada a la
construcción de la identidad. Cada turno de habla implica a la vez tomar
en cuenta las representaciones que los participantes se hacen el uno
del otro; pero también la estrategia de habla de un locutor que orienta
el discurso de manera de formarse a través de él una cierta identidad”
(Maingueneau).
Siendo el ethos discursivo diferente de los atributos y características
reales del sujeto empírico, nada tiene que ver con las particularidades
que el sujeto de la enunciación se arroga, sino con la apariencia, la
imagen, que las palabras que utiliza le confieren: la puesta en escena
de un sujeto. El ethos, de este modo, se muestra en el acto de
enunciación y no se dice en el enunciado. El ethos discursivo escapa a
la palabra propiamente dicha.
Jamás he sido homosexual
Lo cierto es que en "Diario argentino" se insiste en dejar claro que la
sexualidad es un problema más complejo que la simple identificación del
deseo con un sexo; podríamos decir que no acepta el régimen de
sexualidad por el cual el deseo es teleológicamente heterosexual y la
mujer, en este caso, su objeto natural de posesión; Gombrowicz traza la
forma de una resistencia, pero solo en la medida en que niega ciertas
prácticas sexuales como “apropiadas” para sí mismo.
"A quienes se interesan en el punto debo aclararles que jamás, aparte de
ciertas experiencias esporádicas en mi temprana juventud, he sido
homosexual. No puedo quizás hacer frente a la mujer, no lo puedo hacer
en el terreno de los sentimientos, porque existe en mí algo frenado, una
especie de temor al cariño… sin embargo, la mujer, sobre todo cierto
tipo de mujer, me atrae y me sujeta". (41).
Esta estrategia de negación, sin embargo, suspendiendo el deseo, lo
sublima y se justifica en una represión constitutiva: “existe en mí algo
frenado, una especie de temor al cariño”. Para Ricardo Llamas, si las
estrategias de negación señalan focos de resistencia, indican, además:
“prácticas de connivencia y complicidad con el régimen de sexualidad. Si
‘el sexo’ está establecido como clave de identidad, la negación del
sexo es una negación de sí” (188).
La mujer mataba en mí al muchacho con el hombre
Si no el hombre, ¿qué tipo de mujer lo atrae y lo sujeta?
Suely Rolnik sitúa el espacio del amor y el deseo en la
desterritorialización de la familia como garante del régimen de
sexualidad. Entre el miedo y la fascinación por la desterritorialización
de la célula conyugal, se actualizan una determinada figura de hombre y
de mujer.
Penélope: la voluntad de permanecer; Ulises: la voluntad de partir.
Donde la desterritorialización es el objeto de sus pánicos. Por eso
Penélope niega la aventura, la discontinuidad del viaje, y teje; Ulises,
por su parte, niega el tejido, la discontinuidad de la trama, el texto:
los accidentes de su viaje, en cuanto tales, son pasajeros.
En el continuo partir de Ulises, su continua pérdida, Penélope se pierde
y se encuentra en sí misma; en la continua melancolía, la continua
carencia de Penélope, Ulises se pierde y se encuentra en sí mismo. Para
encontrarse en sí mismos, deben estar “fuera de sí”.
En el viaje de Gombrowicz, su voluntad de partir, la
desterritorialización la leemos como una dimensión para generar nuevos
territorios de deseo, nuevas maneras de vivir: “lo inferior”.
"[Surgieron de en medio de la niebla de Retiro dos propósitos
importantes] El primero, claro está: dotar de una importancia primordial
a esta palabra secundaria “muchacho”, añadir a todos los altares
oficiales otro más sobre el que se irguiese el dios joven de lo
inferior, de lo peor, de lo-sin-importancia, en todo su poder vinculado
con lo bajo. He aquí un ensanchamiento imprescindible de nuestra
conciencia: introducir, en el arte, por lo menos, aquel otro polo del
porvenir, dar nombre a la forma humana que nos une a través de la
insuficiencia, obligar a que se le rinda culto". (67)
En la escritura del diario, su voluntad de permanecer, leemos la
desterritorialización como “orfandad epistemológica”, ya que ni lo
masculino, ni lo femenino, ni un “tercer sexo” son simples territorios
que habitar. Aun así su pánico es “devenir mujer”:
"Pero ahí surge otra tarea: era imposible tocar este tema [lo inferior]
aun con la punta de la pluma sin liberarse previamente de la
“masculinidad” y, para poder hablar de esto o escribirlo, debía vencer
en mí el miedo a la insuficiencia en este sentido, el miedo a lo
femenino". (67)
Para afirmarse a sí mismo en la forma de “lo inferior”, debe operar un
doble movimiento: liberarse de la represión que lo constituye (“una
especie de temor al cariño”) y aceptar la insuficiencia.
***
Sin embargo, ¿qué tipo de mujer lo atrae y lo sujeta?
"La feminidad no exigía de mí juventud, sino masculinidad, y yo me
volvía solo macho, conquistador, capaz de poseer, de anexar la biología
ajena. Lo terrible de la masculinidad es que no se preocupa de su propia
fealdad, no desea agradar, constituye un acto de expansión y
prepotencia y –ante todo- de dominio. Este señorío está siempre en
búsqueda de su propia satisfacción… y puede ser que esto me procurase un
alivio momentáneo… era como si abandonase mi condición de ser humano,
temeroso, amenazado, convirtiéndome en señor, poseedor, soberano… y
ella, la mujer, mataba en mí al muchacho con el hombre". (53)
Al contrario de Ulises, Gombrowicz no se encuentra a sí mismo en
Penélope, esta lo reduce a su aspecto biológico de macho procreador,
otorgándole las características suficientes del estereotipo masculino:
macho, conquistador, dominador. La mujer no es objeto de deseo en la
medida en que representa una peligrosa pérdida de identidad, un pánico
que solo es salvable en la medida en que el yo deviene mujer.
Ese toro superpotente
"Naciones enteras se lanzaban como un toro sobre la espada del torero…
Solo de miedo a que la galería fuese a tacharlas de tener alguna
vinculación, por ligera que fuese, con la ewig weibliche… Y no me
quedaban dudas de que ese toro superpotente cargaría contra mí al
olfatear un atentado de mi parte contra sus preciosos genitales". (67)
En la medida en que el estereotipo (“ese toro superpotente”) refiere a
cierto régimen de sexualidad, desplaza el acontecimiento del texto a lo
extratexual, vincula enunciado y situación de comunicación, en el
sentido en que el estereotipo señala una creencia compartida relativa a
rasgos y comportamientos de un grupo social. Pero para Gombrowicz,
además, el estereotipo marca un objeto de resistencia.
El estereotipo envuelve lo masculino y lo femenino en la medida en que
el “toro superpotente” se opone a lo “eterno femenino” y lo comprende
como objeto de dominación. Por esto la práctica homosexual, ese “amor
prohibido y humillante” (63), desplazando la simple connivencia con el
régimen heterosexual, es inaceptable, pues sitia al sujeto en tal marco
de comprensión del mundo y determina su identidad consigo mismo.
"La única diferencia que surgía entre los hombre “normales” y yo
consistía en que yo adoraba el destello de esta diosa –la juventud- no
solo en la joven sino en el joven, y que él y no ella me parecía ser su
encarnación más perfecta… El pecado si existía, se reducía a que yo me
atrevía a venerar a la juventud independientemente del sexo y que la
abstraía de los dominios de Eros". (62)
Decir muchas cosas que son ahora indecibles
La libertad en "Diario argentino" es la superación de los estereotipos
de lo masculino y femenino representados en la célula conyugal;
superación necesaria para proponer una nueva forma, anterior a la
individuación por el sexo.
En su emerger como nueva “forma” de expresión, lo “inferior” ocupa el
lugar del sí mismo, inaccesible en tanto carece de plenitud. Si negar el
sexo en un régimen que determina a los individuos por su práctica
sexual era “negarse a sí mismo”, en Gombrowicz esta negación de sí se
redirecciona hacia la afirmación de nuevas posibilidades de ser y de
habitar los territorios del deseo: “muchas cosas que son ahora
indecibles” (68).
Por Víctor Quezada
Bibliografía
Iser, Wolfgang. “Ficcionalización: la dimensión antropológica de las ficciones literarias”.
Foucault, Michel. “La ética del cuidado de sí como práctica de libertad”.
Rolnik, Suely. “¿Una nueva suavidad?”.
Halperin, David. “La política Queer de Michel Foucault”.
Llamas, Ricardo. Teoría Torcida. Madrid: Siglo XXI, 1998.
Maingueneau, Dominique. “Problemas de Ethos”.
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