lunes, 12 de octubre de 2009

WITOLD GOMBROWICZ Y JOHANN WOLFGANG VON GOETHE


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

“La madurez precoz de ciertos jóvenes franceses es verdaderamente pasmosa. Acabo de leer el “Goethe” de Pierre Babin, y me resulta difícil creer que este joven haya nacido en 1947. Goethe es uno de los temas más arduos de la literatura universal. Ahora bien, Babin se desenvuelve a la perfección y demuestra un conocimiento verdaderamente profundo de la cultura y una erudición muy notable. En mi opinión, el nivel lingüístico es muy alto, y el libro resulta claro y preciso, y ofrece casi todas las antinomias goethianas (...)”
Gombrowicz distinguía a Goethe como una de las más altas cumbres de la literatura universal, pero el Asiriobabilónico Metafísico tenía una opinión diferente. Este personaje argentino habla con ligereza de algunos nombres celebérrimos y de sus obras, al punto de considerar al “Fausto” de Goethe como un bluff de la literatura.

Antes que ninguna otra cosa Goethe se le asociaba a Gombrowicz con uno de los estilos de la grandeza.
“¿Qué tema o problema podría ser más mío que ese acrecentamiento depravante de mi personalidad, inflada por la fama? (...) tengo que encontrar aquí mi propia solución, y a la pregunta ¿cómo ser grande? debería darle una respuesta totalmente particular (...) De nada me sirve el Olimpo de Goethe (...) Nada de eso, ninguna de esas máscaras, ninguno de esos abrigos purpúreos (...)”
“Mi presencia en Buenos Aires cobrará matices únicos y endemoniados, seré algo así como un Ricardo Rojas y como un Goethe con algo de estrafalario y exótico y misterioso (...)”

Johann Wolfgang von Goethe fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. Llegó a ser el más grande hombre de letras alemán y el último verdadero hombre universal que caminó por sobre la tierra. Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores.
Es incalculable la influencia que tuvo en la filosofía alemana y la constante fuente de inspiración que significó para todo tipo de obras. De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una cultura verdaderamente completa.

Desde el puesto de consejero de la corte de Weimar tuvo la oportunidad de relacionarse con la alta aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón Bonaparte, Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer. En el año 1812, Beethoven conoció a Wolfang von Goethe. Los dos grandes artistas, se admiraron mutuamente pero no pudieron comprenderse.
El compositor juzgó al poeta como demasiado servil con la aristocracia, y el poeta opinó que Beethoven era un ser indomable. Pese a esto, la admiración de Beethoven hacia Goethe como poeta no disminuyó, al contrario, continuó poniendo música a muchos de sus poemas, y lo reverenció bajo ese aspecto hasta el final de su vida. Siempre lamentó no haber sido mejor comprendido por Goethe.

La postura política de Goethe es conservadora: “prefiero la injusticia al desorden”. Eso le supuso algunos recelos por parte de otros artistas a los que no les importaba en lo más mínimo no estar de acuerdo con su contexto social, como por ejemplo Beethoven. En su complejo y grandioso “Fausto” se encuentra el último mito que fue capaz de engendrar la cultura europea, el de cómo la grandeza intelectual y la sed omnímoda de saber pueden, sin embargo, engendrar la miseria moral y espiritual.
El “Fausto” de Goethe fue acumulando los resultados de su gran cultura, de su poderosa inteligencia y de su notable sensibilidad. Por eso la obra parece una summa artis donde se pueden leer cosas de la más sutil perspicacia, correspondiente a dos grandes canteras: la del espíritu burlón y la de la sabiduría filosófica.

El drama empieza en el Cielo: Dios da permiso al diablo, Mefistófeles, para que ponga a prueba la virtud de Fausto; hombre sabio y fiel a Dios. Fausto, en realidad, está aburrido con su saber y lo ha probado todo, desde la magia a la filosofía. Se encuentran, llegan al tradicional pacto firmado con sangre y, para empezar, Mefistófeles hace probar a Fausto un brebaje de una bruja que le quita treinta años de encima.
El joven y apuesto Fausto, ve por la calle a una muchacha, Margarita, de quien se enamora inmediatamente. La quiere ya. Margarita es huérfana de padre, vive con su madre y tiene un hermano soldado, Valentín. Para poder gozar de la muchacha, que se ha enamorado de Fausto, Fausto proporciona a Margarita un somnífero, que debe administrar a su madre.

La madre muere. Margarita queda embarazada. Su hermano quiere vengar su honor, pero en un encuentro con Fausto es herido y muere. Margarita ha tenido el hijo y, medio loca, lo mata. Fausto, ayudado del poder de Mefistófeles, entra en la prisión donde han encerrado a Margarita, pero ella es ejecutada y se muere. La segunda parte de la obra es compleja, al final le llega de nuevo la vejez y Fausto se muere.
Cuando Mefistófeles cree que va a hacerse con el alma de Fausto ve que no puede. En la escena final, en el Cielo de nuevo, un coro de ángeles lleva el alma de Fausto: “Se ha librado del malo el noble miembro del mundo de los Espíritus. Aquel que se afana siempre aspirando a un ideal, podemos nosotros salvarle; y si, además, desde las alturas por él se ha interesado el amor, el coro bienaventurado le acoge con una cordial bienvenida”.

Aparece entonces la Mater Gloriosa, María. Margarita pide a ella por Fausto. La Mater Gloriosa dice a Margarita: “¡Ven! Elévate a más amplias esferas. Si él te presiente, irá en pos de ti”. Y un coro final dice: “Todo lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible es hecho, aquí se realiza lo inefable. Lo Eterno femenino nos atrae hacia lo alto”.
Goethe dedicó sesenta años a la escritura del “Fausto”, de los ochenta y dos que vivió. El motivo central del “Fausto”, la aspiración humana a ser todo, a ser Dios, con la ayuda del Demonio, es un motivo tan antiguo como el mismo hombre. De los atributos omnímodos que tiene Dios: la omnipotencia, la omnisciencia, la omnipresencia y la omnibenevolencia, hay dos por lo menos con los que se queda Gombrowicz, la omnipotencia, la omnisciencia.

El hombre quiera afirmarse en su personalidad para ganarle la batalla a los demás, para llegar a ser eminente. Gombrowicz sabe que no lo sabe ni lo puede todo, pero su yo no se achica, le ha sido impuesto con demasiada brutalidad y lo acompaña siempre. La complexión del pensamiento de Gombrowicz es existencialista. El proyecto fundamental del hombre es el de convertirse en Dios.
Estar en el mundo es un proyecto que el hombre tiene para poseer el mundo en su totalidad, como aquello que le falta a la existencia, para entrar en algo que lo abarca todo y que es precisamente el ideal, o el valor. Esta idea no ha sido extraída del “Mein Kampf de Hitler, donde encajaría muy bien como el sueño pangermanista de poseer y gobernar el mundo entero, sino de la obra fundamental de Sartre.

Dios es el ser que posee el mundo, un proyecto que de igual modo tienen los hombres porque también quieren poseerlo, pero este proyecto fundamental, así como el del amor, caen en el vacío.
“La idea de Dios es contradictoria, y nos perdemos en vano; el hombre es una pasión fracasada”
Pese a que Sartre proclama el fracaso del proyecto humano de llegar a ser Dios, su filosofía le da finalmente al hombre los atributos de la divinidad.
“No le reprochamos a Descartes que le haya dado a Dios lo que nos pertenece a los hombres; antes bien lo admiramos por haber desarrollado hasta el final los requerimientos de la idea de autonomía, y por haber comprendido, mucho antes que Heidegger, que la única base del ser es la libertad”

Se puede decir de Sartre, como dice Nietzsche en Zaratustra, que a pesar de su ateísmo y del carácter pornográfico de una parte de su obra, es el más piadoso de los que no creen en Dios. Hay algunas diferencias en la manera de ver las cosas que tienen Gombrowicz y Sartre.
Mientras que para Gombrowicz la base del ser es el yo, para Sartre la base del ser es la libertad. Pero la diferencia más importante que existe entre ambos es la de que Sartre no le da ningún lugar a Adán. Gombrowicz en cambio no sólo le da lugar a Adán, sino que también se lo da a Dios, aspira a que la juventud y la madurez convivan juntas, un completamiento al que también aspira el “Fausto” de Goethe.



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