sábado, 14 de noviembre de 2009

WITOLD GOMBROWICZ Y DON QUIJOTE DE LA MANCHA


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y DON QUIJOTE DE LA MANCHA


“Sería fatal que, siguiendo el ejemplo de muchos otros polacos, me deleitara con el recuerdo de nuestra independencia de los años 1918-1930, que no me atreviera a mirarla a los ojos fría y libremente. Lo que pido es que no se confunda mi frialdad con un efectivismo barato. El aire de libertad nos fue dado para que emprendiéramos la lucha contra un enemigo más atormentador que todos los opresores anteriores, contra nosotros mismos (...)”
“Después de las luchas contra Rusia y contra los alemanes, nos esperaba la batalla contra Polonia. No es de extrañar, pues, que la independencia resultara ser más dura y más humillante que la esclavitud. Mientras estábamos absorbidos por la rebelión contra la agresión del opresor, las preguntas: ¿quiénes somos?, ¿qué hacer de nosotros?, permanecían como adormecidas, pero la independencia despertó el misterio que dormía en nosotros (...)”

“Con la recuperación de la libertad surgió ante nosotros el problema de la existencia. Para existir de verdad era preciso transformarnos. Pero semejante transformación superaba nuestras fuerzas; nuestra libertad sólo era aparente; en la primera estructura de la nación anidaban la falsedad y la violencia que frustraban nuestras iniciativas. Nuestra debilidad nos prevenía contra cualquier cambio en nosotros, no fuera que todo se viniera abajo (...)”
“Si yo escribiese la historia de la literatura de esa época... Pero no puedo escribirla porque no conozco la mayoría de esos insípidos libros. Cualquiera que sea una literatura en sus medios de expresión –realista, fantástica o romántica–, siempre tiene que estar estrechamente ligada con la realidad, porque hasta la fantasía resulta importante sólo en cuanto nos introduzca en la esencia de las cosas con más profundidad de lo que lo haría la mediocridad del sentido común (...)”

“De modo que la cuestión decisiva para conocer la autenticidad de la literatura o de la vida espiritual de una nación será precisamente ésta: comprobar hasta qué punto están próximas a la realidad. A la Polonia de aquel entonces la llevábamos en el pecho como la armadura de Don Quijote, pero por si acaso preferíamos no probar su resistencia”
En medio de esa estructura de una Polonia en la que anidaban la falsedad y la violencia Gombrowicz se pone la armadura de Don Quijote y escribe “Ferdydurke”. La mezcla de idealismo y de realismo en el que se desenvuelve esta novela es la que también inspira al “Don Quijote”. En el año 1935 Gombrowicz publica un artículo entusiasta sobre “Don Quijote”, un libro que en adelante será para él una fuente inagotable de inspiración. El humanismo y el humor de “Don Quijote” y la teatralidad de “Hamlet” fueron modelos que Gombrowicz siguió para ordenar su tendencia a la creación anárquica.

“En cuanto a mí, nunca más, yo soy (...) yo soy mí problema más importante y posiblemente el único, el único de todos mis héroes que realmente me interesa. Comenzar a crearme a mí mismo y hacer de Gombrowicz un personaje como Hamlet o Don Quijote”
“Don Quijote” es un libro divertido, rebosante de comicidad y humor, escrito con el ideal clásico de deleitar. Cervantes quiso crear una obra para todos los lectores, según las capacidades de cada uno. Abarca desde el lector mas inocente hasta el mas profundo. Este anhelo de universalidad de Cervantes es el mismo anhelo que tenía Gombrowicz cuando escribía “Ferdydurke”.
“¿Es la carpa metafísica de Simone Weil, cocinada en su propia salsa, la que debo vivir como una experiencia profunda? (...)”

“Yo exigiría una grandeza capaz de soportar a todos los hombres, en cualquier escala, en cualquier nivel, que abarcara todos los tipos de existencia, una grandeza tan irresistible arriba como abajo (...) Es una necesidad que me fue inculcada por la universalidad de mi tiempo, que quiere atraer al juego a todas las conciencias, superiores e inferiores, y ya no se contenta con la aristocracia”
Existen gombrowiczidas a los que les encanta ver a Gombrowicz como a un hombre que jugaba y espiaba las cosas a distancia. A esos gombrowiczidas que ponen el acento en su talante de jugador hay que decirles que Gombrowicz era un enemigo implacable de las quimeras y un defensor acérrimo de la realidad, aunque siempre tuvo las manos libres para ponerle distancia al realismo, pues el realismo es una manera pesada e ingenua de ver la realidad.

“Don Quijote de la Mancha” se ha convertido en el libro más editado mundialmente, con lo que se confirman las palabras proféticas de Cervantes: “y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca”. En la novela se narra la historia de un hidalgo maduro que, por la excesiva lectura de libros de caballería, se vuelve loco y concibe la idea de hacerse caballero andante y así recrear la antigua caballería.
Pertrechado de armas, del caballo Rocinante, y, desde la segunda salida, acompañado por un paisano llamado Sancho Panza que le sirve de escudero, corre mil aventuras de las que generalmente sale malparado. La tercera vez que vuelve a casa, vencido por el Caballero de la Blanca Luna, es ya para morir. Hay una evolución continua a lo largo de toda la obra, pero la diferencia de comportamiento de Don Quijote entre la primera parte y la segunda es muy marcada.

En la primera, Don Quijote ve la realidad transformada por su imaginación caballeresca pues donde hay molinos ve gigantes; pero en la segunda, en cambio, ve la realidad tal como es y son los demás personajes los que la convierten en aventuras caballerescas tal como ocurre en el pasaje de los leones. Don Quijote se acerca cada vez más al mundo de la realidad.
Por el contrario, Sancho, en la segunda parte, se ha acomodado mejor a su amo y participa más de su mundo, llegando a vivir la pura ilusión en la ínsula Barataria. Todo ello desemboca en el entrecruzamiento final del idealismo de don Quijote con el realismo de Sancho. En la primera vuelta a casa, Don Quijote regresa no sólo armado caballero sino también triunfante desde su perspectiva, con su primera hazaña realizada en la que salva al muchacho vapuleado.

Y ni siquiera amenguan su optimismo caballeresco el molimiento a palos que le propinan los mercaderes. En la segunda, su vuelta la realiza enjaulado y, pese a la excusa que le proporciona el recurso del encantamiento, es una situación humillante que crea dudas en Don Quijote: “Muchas y muy graves historias e yo leído de caballeros andantes; pero jamás he leído ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven de esta manera y con el espacio que le dan a estos perezosos animales” .
En la tercera, se da el derrumbamiento total de Don Quijote y de su ideal caballeresco; tal es así, que vuelve para morir tras haber recuperado la razón. Si esta evolución de Don Quijote la consideramos a la par que la de Sancho, de sentido contrario, estaremos en el auténtico meollo del asunto de la novela.

Existe un progresivo acercamiento de las iniciales posturas contrapuestas de Don Quijote y de Sancho entre el idealismo y el realismo hacia un equilibrio e incluso hacia un entrecruzamiento en el final de la novela, un entrecruzamiento que aparece también en “Ferdydurke”. La segunda guerra mundial le da una terrible paliza al espíritu romántico, a Polonia le empieza a resultar indispensable un mayor grado de sensatez, es decir, de realismo.
Es entonces que le sirven en el plato de la ciencia y de la política una teoría presuntuosa que se jacta de ser un pensamiento racional, le sirven el marxismo científico. En el medio de un mundo de hombres paralizados en la Polonia de antes de la guerra a Gombrowicz se le ocurre ponerse en contra del lema del romanticismo polaco que convocaba a los jóvenes a medir las fuerzas por las intenciones y no las intenciones por las fuerzas.

Entonces Gombrowicz escribe “Ferdydurke” con un propósito restringido, pero la obra se la va de las manos, le sale el tiro por la culata y se pone en línea con la “Oda a la juventud” de Adam Mickiewicz. La novela relata los sinsabores del joven Jósiek Kowalski que ronda los treinta años y es sometido a las ordalías de tres colapsos: el de la escuela, el del amor y el de la familia, pero el clima de la narración es siempre jovial, sarcástico y de un humor penetrante.
Es también la obra de Gombrowicz en la que aparece con más claridad su pertenencia a los dos mundos, el del rango social y el de la intelligentsia, mientras a la inmadurez le encarga el trabajo más difícil, mantener la frescura del relato sin que se vuelva infantil, y actuar como mensajera entre los dos mundos.

Jano, con sus dos caras, veía el pasado y el porvenir, Gombrowicz en “Ferdydurke” ve en el pasado, la extinción de su familia y de su clase social, y en el porvenir, el desarrollo de una forma que nos conducirá al paraíso o al infierno según cuánto sea lo que se humanice. “Ferdydurke” tuvo desde el comienzo el doble aire de la irresponsabilidad y la provocación de una comedia y el aspecto de la profundidad y el dolor de una tragedia.
En un principio, la pretensión de Cervantes en “Don Quijote” fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante. A pesar de ello, a medida que iba avanzando, su propósito inicial fue superado, del mismo modo que el de Gombrowicz en “Ferdydurke”, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano universal.

Para los polacos ilustrados era una obra fundamentalmente cómica y de lectura no sólo agradable, sino también útil por su crítica a las perniciosas novelas de caballerías que debilitaban la sensatez. La figura del caballero se encuentra en la obra de sus grandes poetas románticos: Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki y Zygmunt Krasinski.
Para Ortega, el Quijote es un llamamiento a los españoles para que domestiquen la sensualidad anárquica inherente a su cultura y reivindiquen su herencia teutónica: la meditación, en un sentido lato del término. La alucinación de Don Quijote, que toma por gigantes los prosaicos molinos de viento del campo de Montiel, simboliza el eterno esfuerzo en el que se debate la cultura por dar claridad y seguridad al hombre en el caos existencial en que se halla metido.

Al enfrentar el plano del mito, propio del género épico, con el plano de la tosca realidad, vinculado con la comedia, Cervantes define la misión de la cultura en el mundo moderno y el tema del género híbrido encargado de expresar su visión del mundo: la novela. Esa misión consiste en proclamar un nuevo valor, distinto a las verdades absolutas o a las consabidas tradiciones milenarias: la vida, radicada en el yo de cada ser humano.
De esta manera, el lector percibe que la alucinación de Don Quijote simboliza el voluntarismo autocreador en que consiste la existencia humana, obligada a alzar el vuelo del plano cotidiano hacia un más allá de ideales subjetivos.




miércoles, 11 de noviembre de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ, LEONOR FINI Y KONSTANTY JELENSKI



JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ, LEONOR FINI Y KONSTANTY JELENSKI

“Jelenski... ¿quién es? Ha aparecido en mi horizonte, allá lejos, en París, y está luchando por mí; hace tiempo –tal vez nunca– que no me he encontrado con una afirmación tan decidida y al mismo tiempo tan desinteresada de lo que soy y de lo que escribo. La capacidad de asimilar y de percibir no sería suficiente, semejante comprensión sólo puede producirse sobre la base de una afinidad de naturalezas. Anda a la greña con la emigración polaca por mi causa (...)”
“Aprovecha todas las ventajas de su situación en París y de su creciente prestigio dentro del beau monde intelectual para respaldarme. Recorre los editores con mis textos. Me ha conseguido ya unos cuantos partidarios, y nada mediocres. Consideración, sí, de acuerdo, incluso admiración..., al fin y al cabo lo comprendo (homo sum)..., pero ¿todo este trabajo para mí?, ¿qué la admiración no se limite a admirar? (...)”

“No me parece extraño que él absorba y asimile con tanta facilidad..., él es todo facilidad, no se alza ni se agita como un río ante un obstáculo, sino que fluye vivaz en una secreta alianza con su cauce, no destroza, se filtra, penetra, se moldea según los obstáculos..., casi baila con las dificultades (...)”
“Pues bien, yo soy en cierta medida también un bailarín y me es muy propia esta perversión (la perversión de abordar con facilidad lo difícil), supongo que es una de las bases de mi capacidad literaria. Pero lo que me extraña es que Jelenski también haya sabido llegar hasta mi dificultad, hasta mi dureza; nuestras relaciones no se reducen con toda seguridad solamente al baile, y él me comprende como muy pocos, precisamente donde soy más doloroso (...)”

“Mis contactos con él se limitan exclusivamente a un intercambio de cartas, jamás lo he visto con mis propios ojos, y por otra parte estas cartas son generalmente apresuradas y concretas; sin embargo, sé con seguridad que en nuestra relación no hay nada de sentimentalonas carantoñas espirituales, que es una relación severa, intensa y tensa a la vez, y mortalmente seria en su propia esencia (...)”
“A veces asocio a Konstanty Jelenski (que al parecer es un refinado hombre de mundo de prestigio creciente dentro del beau monde intelectual) con la proletaria sencillez de un soldado..., es decir, tengo la sensación de que su facilidad es la facilidad ante la lucha, ante la muerte... Que ambos somos, como dos soldados en las trincheras, al mismo tiempo fútiles y trágicos”

Konstanty Jelenski, es decir, el Príncipe Bastardo, fue diplomático antes de la guerra, integrante del ejército polaco que combatió en Francia contra los nazis por la liberación de Europa, miembro sobresaliente del mundo artístico parisino de posguerra, y fue también el primer gombrowiczida que apareció en el mundo y el primero con el que tuve correspondencia.
Dice Gombrowicz que sus relaciones con el Príncipe Bastardo se habían vuelto distendidas, que habían empezado a sentirse realmente cómodos, recién a partir del momento en que habían descubierto una tatarabuela común. El lugar en el que le abrieron las puertas de la cárcel a Gombrowicz fue París, pero no fue el Príncipe Bastardo polaco quien se las abrió, sino el Bondy francés quien se las abrió a “Ferdydurke”. Quién le podía creer un polaco si, como dice Dostoievski, se declaran condes en cuanto pisan suelo extranjero.

“Ando enloquecido, Ferdy aparece el 10 de noviembre en París, precedida por una publicación de Lettres nouvelles, ahora ocurre que sin avisarme han metido en el libro un prefacio, lo que me enfureció, mandé telegrama exigiendo que lo saquen a toda costa, el príncipe se enfermó, Nadeau asustadísimo, ahora después leí otra vez el prefacio y me pareció tan bueno que estoy temblando que lo van a sacar y ya mandé otro telegrama. Ahora nada sé, todo está en manos de Dios”
El prefacio de “Ferdydurke” lo había escrito el Príncipe Bastardo, un texto que finalmente apareció en la edición francesa de “Ferdydurke”. Para interpretar “Pornografía” Jelenski se refiere al erotismo y a la guerra y para interpretar “Ferdydurke” se refiere a las partes del cuerpo.

“Estás realizando una de las primeras incursiones en un dominio desdeñado por Freud: el inconsciente físico (...) Tú das prueba de una inmensa intuición (no se hasta que punto consciente) estableciendo una ecuación entre el erotismo y la guerra”
El Príncipe Bastardo le manda una carta a “Wiadomosci” en la que se arriesga a afirmar que las ideas de Gombrowicz tienen un cierto parentesco con las de Pirandello y también con las de Sartre.
“Por si acaso prefiero no parecerme a nadie, y aunque la idea no es más que uno de los elementos del arte a veces ha ocurrido que una idea de lo más trivial como ‘el amor santifica’ o ‘la vida es bella’ ha servido de punto de partida para una obra que deslumbra por su inspiración y sorprende por su originalidad y fuerza (...)”

“Por sí mismas no son nada, pueden tener importancia sólo en razón del modo en que han sido percibidas y espiritualmente explotadas, en consideración a la altura a la que han sido elevadas y al resplandor que desde la altura emanan. Una obra de arte no es cuestión de una sola idea ni de un solo descubrimiento, sino que es el resultado de miles de pequeñas inspiraciones, el producto de un hombre que se ha instalado en su propia mina y extrae de ella mineral siempre nuevo”
El abismo que existe entre la idea y la vida es el hueco que Gombrowicz utiliza para meternos el grano de maíz en el orificio bucal. En efecto, el conflicto más importante del hombre se produce dentro de nosotros mismos, entre dos aspiraciones fundamentales: el deseo de la forma y la definición, y el rechazo de la forma.

La humanidad siempre tiene que estar definiéndose y, al mismo tiempo, escabulléndose de sus propias definiciones. La realidad no puede ser abarcada tan sólo por la forma pues la forma no está acorde con la esencia de la vida. Las notas que escribía el Príncipe Bastardo sobre la obra de Gombrowicz recorrían París como un reguero de pólvora. Durante el mayo francés puso de relieve que la revolución de la juventud había sido anunciada por Gombrowicz con treinta años de anticipación y que “Opereta” era una ilustración poética de los acontecimientos de mayo.
Mi correspondencia con el Príncipe Bastardo terminó cuando se interrumpió la que mantenía con Gombrowicz. Por él supe que la Vaca Sagrada podía ser una solución para que Gombrowicz sobrellevara el invierno de 1964, y también por él supe algo del porqué a Gombrowicz no le había gustado el prefacio que había escrito el Pterodáctilo para la reedición de “Ferdydurke”.

El Príncipe Bastardo vivía con la hermosa pintora argentina, Leonor Fini, y con otro poeta diplomático, un ménage à trois en un departamento de dos pisos en el Marais. Uno de los pisos estaba bellamente decorado con muebles Regencia y pinturas de los amigos surrealistas de Leonor, el otro lo ocupaban alrededor de treinta gatos persas, angoras, siameses, cuyo remolino de colores creaba su propia decoración fantasmagórica.
Leonor había hecho la escenografía de la producción francesa del Requiem for a Nun de William Faulkner, y en la intimidad hacía intrincados dibujos pornográficos que mostraba furtivamente a los amigos mientras bailaba con suavidad alrededor de un cuarto. En ese departamento recibieron a Gombrowicz cuando llegó a París después de su alejamiento de la Argentina.

Gombrowicz nos escribía que las damas mas distinguidas de París gritaban ‘ah, que felicidad, la suya!’ cuando Leonor Fini les anunciaba que estaba invitado a su casa. La vida del Príncipe Bastardo no tuvo un final feliz, murió de Sida en 1987, un año después de que el virus recibiera el nombre que tiene hoy: VIH. En esa época la gente temía acercarse al los infectados pues aún no se conocían bien las vías de contagio y, en general, se consideraba que el estilo de vida depravado de los homosexuales era responsable de la enfermedad.


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