lunes, 5 de octubre de 2009

WITOLD GOMBROWICZ Y EDGAR ALLAN POE



JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y EDGAR ALLAN POE

Los hombres de letras suelen prestarle mucha atención a la representación de los sentimientos o a la imitación de los sentimientos, y al doppelgänger o alter ego o doble sencillamente. En algunas ocasiones esta atención se vuelve obsesiva pues en general los escritores están convencidos de que tienen otra persona adentro, más aún aquellos de existencia tormentosa.
La primera educación que tuvo Gombrowicz se la proporcionaron la madre y las institutrices francesas, y es posiblemente entonces cuando se le empieza a formar su doppelgänger francés, un ectoplasma en el que, como en el “Retrato de Dorian Gray”, va colocando el paso del tiempo, la pérdida de su propia juventud y la aparición de su vejez.

Éste es el origen de su fobia parisina, sabía que esta ciudad tocaba su parte más sensible, la edad, el problema de la edad, y su conflicto con París se debía a que era una ciudad que pasaba de los cuarenta. Mucho tiempo después, cerca de la muerte, el doppelgänger francés recuperaba la juventud y Gombrowicz se volvía viejo.
William Wilson es un cuento de Edgar Allan Poe en el autor pone en juego de manera magistral las cuestiones de la imitación y del doppelgänger. Edgar Allan Poe fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto. Renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror, es considerado el inventor del relato detectivesco.

Fue el primer escritor estadounidense que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él consecuencias desastrosas. La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo.
Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, Franz Kafka, Guy de Maupassant, Thomas Mann, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar... Su corta vida estuvo siempre marcada por la depresión, su tendencia a la melancolía y su afición al alcohol y a las drogas que acabaron por destruirlo.

Falleció en medio de terribles delirios e incesantes imágenes de terror que acosaban su mente agotada: “Había conocido tanto dolor y tenía tan pocos motivos para sentirse satisfecho con la vida que este cambio apenas puede considerarse una desgracia”. Nuestro Asiriobabilónico Metafísico en más de una oportunidad ha escrito páginas memorables sobre Edgar Allan Poe.
“Poe se creía poeta, sólo poeta, pero las circunstancias lo llevaron a escribir cuentos, y esos cuentos a cuya escritura se resignó y que debió encarar como tareas ocasionales, son su inmortalidad (...) Espejo de las arduas escuelas que ejercen el arte solitario y que no quieren ser voz de los muchos, padre de Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valery (...)”

“Poe indisolublemente pertenece a la historia de las letras occidentales, que no se comprende sin él. También, y esto es más importante y más íntimo, pertenece a lo intemporal y a lo eterno, por algún verso y por muchas páginas incomparables”
William Wilson es un relato corto de Edgar Allan Poe. El cuento sigue el tema del doppelgänger, y está escrito en un estilo basado en la racionalidad, donde el protagonista y su doble se van fundiendo en una sola persona. El doble actúa como una especie de ‘yo mejor’ y conminador que persigue por toda Europa a William Wilson, situado en peligrosa pendiente, hasta que éste lo mata. También el auténtico William Wilson queda muerto para el mundo desde que se asesina a sí mismo, a su ‘yo mejor’ en el otro. El doble se comporta como una especie de ángel amonestador para William Wilson.

Lo cierto es que cada vez que el doble interfiere en los planes de William Wilson es porque podían acarrearle algún daño. La relación entre ambos ha pasado por varias etapas: en un primer momento se convierte en un competidor para William Wilson, al que, sin embargo éste no consigue odiar, quizá porque en el fondo son bastante similares.
Sí que le inspira, no obstante, cierto temor, y es que la figura del doble tiene algo de extraordinario, de sobrenatural, de terrorífico. Mas tarde, conforme el doble va acentuando la semejanza entre ellos, William Wilson va alimentando un odio y un desprecio hacia él. El doble pone todo su empeño en acentuar la semejanza entre ambos: comienza a imitar su apariencia, su modo de vestir, de andar y de comportarse.

Lo único que no es capaz de imitar es su voz, ya que el doble presenta una peculiaridad física que no se lo permite, derivada tal vez de un mal constitucional: se trata de una especie de debilidad en los órganos faciales o guturales que le impiden elevar la voz por encima de un murmullo, de un susurro. Aún así, sí que logra imitar a la perfección su acento.
Pero lo verdaderamente extraordinario tendrá lugar cuando al intentar William Wilson gastarle al doble una broma pesada durante la noche y acercársele mientras duerme, descubre que ambos son exactamente idénticos, al menos mientras el doble duerme. En un determinado momento, William Wilson no soporta la impresión de verse a sí mismo en los rasgos del doble durmiendo y huye.

Cada vez que vuelvan a encontrarse, y vayan creciendo las semejanzas físicas entre ellos, será para que el doble desbarate los perversos planes de William Wilson: del deshonor en Oxford, de la ambición en Roma, de la venganza en París, del apasionado amor en Nápoles, de la avaricia en Egipto...
Así hasta que William Wilson no soporta más la perseverancia del doble y lo mata, matándose a sí mismo también.
“Has vencido y yo sucumbo. ¡Pero en adelante tú también estarás muerto, muerto para el Mundo, para el Cielo y para la Esperanza! En mí existías tú y en mi muerte verás por esta imagen, que es la tuya, cuán absolutamente te has asesinado a ti mismo”

La imitación despiadada que realiza el doble de William Wilson hace que en su corazón y en su mente nazcan los sentimientos y los pensamientos de su rival, un asunto realmente interesante. Cuando un discípulo le pide consejo a Sartre durante la guerra sobre si tenía que quedarse con la madre o enrolarse en la Resistencia, el filósofo hace una serie de reflexiones.
El hijo puede saber si quiere más a la madre solamente si se queda junto a ella en vez de enrolarse en la Resistencia, no lo puede saber antes. No puede determinar el valor de este afecto sino con un acto que lo ratifique y defina. Pero el hijo le pide al afecto que justifique el acto de antemano, entonces se encuentra encerrado en un verdadero círculo vicioso.

“Gide ha dicho muy bien que un sentimiento que se imita y un sentimiento que se vive son dos cosas casi indiscernibles: decidir que amo a mi madre quedándome junto a ella o representar una comedia que hará que permanezca con mi madre, es casi la misma cosa. Dicho de otro modo, el sentimiento se construye con actos que se realizan; no puedo pues consultarlo para guiarme por él (...)”
“Lo cual quiere decir que no puedo ni buscar en mí el estado auténtico que me empujará a actuar, ni pedir a una moral los conceptos que me permitirían actuar”
Quien conozca bien a Gombrowicz sabe que podría haber puesto su firma debajo de estas palabras de Sartre, la idea de la imitación de los sentimientos es el centro de gravedad alrededor del cual giran las ideas de Gombrowicz.

“Ser hombre quiere decir ser actor, ser hombre significa imitar al hombre, ser hombre es comportarse como hombre sin serlo en lo más profundo de uno mismo, ser hombre es imitar lo humano”
Gombrowicz lleva al paroxismo las consecuencias de una cadena de imitaciones durante el casamiento del rey Gnulo. El final de “El banquete”, una novela corta que Gombrowicz escribió en 1944, ilustra de una manera ejemplar las características de la imitación.. Un rey corrupto y repulsivo da un banquete para celebrar su casamiento con una archiduquesa. Cada acto del rey era imitado y repetido en medio de las exclamaciones de los invitados. El rey empieza a deambular de un lado para otro cada vez con más furia, y los comensales deambulan, y cuando el archideambular alcanza una gran altura, Gnulo, repentinamente mareado, lanza un alarido sombrío y cae sobre la archiduquesa.

No sabe qué hacer y empieza a estrangularla delante de toda la corte. Sin dudarlo un instante el canciller se deja caer sobre la primera dama que encuentra y empieza a estrangularla, los otros siguen el ejemplo y el archiestrangulamiento rompe los lazos que unen a los invitados con el mundo normal liberándolos de cualquier control humano.
La archiduquesa y muchas otras damas caen muertas mientras crece y crece una archiinmovilidad. Presa de un pánico indescriptible el rey empieza a huir tomándose el culo con las dos manos, obsesionado con la idea de dejar atrás todo aquel archireino. Como nadie podía atreverse a detener al rey el anciano canciller exclama que hay que seguirlo.

El rey huía por la carretera seguido por el canciller y los invitados. La ignominiosa huida del rey se transforma de esa manera en una carga de infantería y el rey se convierte en el comandante del asalto. La plebe ve a los magnates latifundistas y a los descendientes de estirpes gloriosas galopando junto a los oficiales del estado mayor que, al modo militar, galopan junto a los ministros y mariscales mientras los chambelanes forman una guardia de honor rodeando el galope desenfrenado de las damas sobrevivientes.
La archicarrera era iluminada por las luces de las lámparas bajo la bóveda del cielo, los cañones del castillo dispararon y el rey se lanzó a la carga. “Y archicargando a la cabeza de su archiescuadrón, el archirey archicargó en las tinieblas de la noche”

Hay personas que sueñan con desaparecer, otras que sueñan con ser invisibles, hay muchos sueños, la pasión predominante de Gombrowicz era duplicarse, triplicarse, cuadruplicarse. No es extraño, pues, que luego de tantas fragmentaciones se haya querido sintetizar a toda costa convirtiéndose en un campeón de la entronización del yo, tanto que en “Yo y mi doble” sueña con su propio ectoplasma.
La analogía entre “William Wilson” y “Yo y mi doble” salta a la vista, tanto que debemos suponer que Gombrowicz tuvo en cuenta el relato de Edgar Allan Poe para escribir su cuento. No podía mirar con ojos amorosos a su doppelgänger pues no era ni una muchacha ni la patria, sino él mismo, un ectoplasma al que había escupido para que se fuera.

Entre su yo y lo otro siempre había un mediador, un mediador al que finalmente le puso el nombre de forma, y la forma era el origen de sus archidolores que como un puñal se le hundía en la carne y lo hería una y otra vez. Con ese ser imprevisible para sí mismo, con ese ser que se le acerca como si fuera él mismo, como si él mismo se le aproximara desde el exterior, Gombrowicz somete al protagonista de uno de su cuento a un experimento revelador: lo convierte en un ectoplasma.
Gombrowicz no podía buscar la vida ni en la bienamada ni en la humanidad ni, claro, en un empleo. Y tampoco en ese ectoplasma que en la madrugada de un martes se había desprendido del calentador de carbón, no podía mirar con ojos amorosos a su doppelgänger pues no era ni una muchacha ni la patria, sino él mismo, un ectoplasma al que había escupido para que se fuera.

Gombrowicz zarandea en este relato con sarcasmo y ligereza unas marionetas a las que llama yo, ser e identidad, sin embargo, estas cuestiones eran fundamentales en su concepción del mundo.



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