miércoles, 9 de septiembre de 2009

GOMBROWICZIDAS: WITOLD GOMBROWICZ Y EL PRÍNCIPE FELIPE


JUAN CARLOS GÓMEZ GOMBROWICZIDAS

WITOLD GOMBROWICZ Y EL PRÍNCIPE FELIPE


“Cuando terminé de escribir ‘Ivona, princesa de Borgoña’ tuve una sorpresa. Publicada, si no recuerdo mal, en 1935 en ‘Skamander’, no atrajo en absoluto la atención, y los teatros polacos de la preguerra no mostraron ningún interés por ella. Contraje entonces la manía de despreciar a las actrices, y para humillar a las más célebres, siempre que me encontraba frente a ellas, me presentaba como si fuera la primera vez (...)”
“Un día en que, durante una recepción, me presentaba graciosamente por quinta vez a una figura muy en boga, ésta cogió un vaso lleno de agua y me lo tiró a la cara: ‘Ahora sí que se acordará de mí’. Puede que no escogiera la mejor manera de hacerme admitir en los medios teatrales. En resumen, ‘Ivona’ pasó inadvertida en la Polonia de preguerra, y por mi parte, cuando la guerra me sorprendió en la Argentina, casi la había olvidado (...)”

“Cuando muchos años más tarde se representaba en París, en Estocolmo y en otros sitios, sus éxitos cayeron sobre mí como una fruta madura de un árbol. Era un socorro inesperado en la dura batalla que mantenían mis novelas”
Ivona carece de los atributos de las otras afroditas de Gombrowicz, no tiene naturaleza sexual en ninguna de sus variantes. Esta pieza de teatro es una transición entre “Memorias del tiempo de la inmadurez” y “Ferdydurke”, es un juego humorístico que Gombrowicz utilizó como una forma de ganar tiempo. Se convirtió en la obra de teatro más atractiva para el público por su humor ligero y cruel y porque su puesta en escena le permite al regisseur la libertad de movimientos en todos los niveles y planos dramáticos.

Una de las ocupaciones principales que tenía Gombrowicz en la época en la que escribió ‘Ivona’ era decir sandeces en forma reiterada, sandeces que, sin embargo, le permitían mantener y desarrollar lo que siempre fue para él la ley suprema: el estilo. La risa y el estilo son pues los dos cánones de ‘Ivona’.
La rebelión del príncipe contra la ley de la naturaleza que lo obliga a gustar tan sólo de mujeres atractivas introduce un factor de descomposición que se manifiesta en vicios y degeneraciones de todo tipo al punto que la corte se convierte en una incubadora de monstruos. La acción comienza en una época indefinida en la que hay reyes, príncipes y chambelanes. Los reyes y su hijo Felipe entran a un paseo arbolado anunciados por el son de las trompetas.

La reina y el chambelán se complacen con la belleza del crepúsculo mientras el rey piensa en la partida de bridge que jugará a la noche. Un mendigo pide limosna y el rey ordena que le den cinco centavos para que el pueblo sepa que no es indiferente a sus problemas, la reina duplica la limosna inspirada en la puesta de sol, y el rey la sube a quince para que el pordiosero sienta todo el peso del presente regio; los cortesanos hacen gestos de admiración.
Los reyes se retiran, el príncipe Felipe se queda en el paseo con dos amigos y entre los tres consultan el horóscopo del que el príncipe deduce que las horas eran favorables para una aventura galante. Cipriano los anima a que desempeñen la función de la alegre animalidad juvenil como muchachos jóvenes, para que los curas tengan trabajo y funcionen como curas según el principio de la división del trabajo.

Felipe siente que empieza a recorrer el camino de siempre, buscar unas buenas piernas y la dulzura de unos labios diciéndole que sí. Cada uno representa un papel en la corte, su padre forja el alma de los súbditos y él seduce el corazón de las súbditas. Los amigos miran a una rubia que pasa y él a Ivona que entra al paseo con dos tías. Como la joven carece de gracia uno de los amigos empieza a burlase y el otro a ladrar, el príncipe los interrumpe y se presenta a las tías como el hijo del rey.
Las tías le cuentan que están fastidiadas con Ivona, que la pobre tiene una tara fisiológica, en el invierno se hincha, en el verano se congestiona, en el otoño le salen los sabañones y en la primavera le vienen los flujos, que se podría curar si la sangre le circulara más rápido pues se pondría más alegre, pero no se puede poner alegre porque tiene la sangre espesa, un verdadero círculo vicioso.

El príncipe se dirige a Ivona y le dice que le vienen ganas de pincharla con una aguja para burlarse de ella, que le ha puesto los nervios de punta, y como la joven se calla Felipe empieza a construir a partir de ese callar el porte y la conducta soberbia de una reina ofendida, en ese momento decide que será de él y se la presenta a sus amigos. Cipriano se anuncia como el conde de la mierda y Cirilo como el marqués de la colitis mientras la dama de honor de la reina les pide a los jóvenes piedad para la pobre muchacha.
Y ‘pobre muchacha’ es el disparador final de la rebeldía de Felipe, decide casarse con ella y pedirle el consentimiento a las tías. ¿Una broma?, si ella misma es una broma, si ella puede bromear, él también puede bromear, sí él es príncipe ella es una reina orgullosa y ofendida a la que le pide el honor de que le conceda la mano.

Cuando las tías le están agradeciendo la generosidad y la filantropía y los amigos, que no lo pueden creer, lo maldicen, las trompetas anuncian la llegada del rey, la tías se escapan. El rey se complace con la naturaleza donjuanesca de su hijo que según el piensa había heredado del padre, y la reina lo reprende. El rey le pregunta al príncipe qué clase de bicho es esa doncella a lo que Felipe le responde que es su prometida.
El chambelán y la dama de honor le aclaran a Ignacio que es un chiste del príncipe y el rey lo acepta como broma, esa broma lo hace sentir más joven. El príncipe le explica que tiene bastante fortuna como para someterse a los peores sacrificios, que no está obligado a elegir la belleza, puede también elegir un mamarracho, no acepta nada que pretenda esclavizarlo.

El rey le recuerda que si una chica es linda, está bien, y si es fea, buenas noches. Es una ley de la naturaleza, pero el hijo le responde que es una ley vulgar e injusta. El chambelán comenta que es vulgar pero sabrosa; al rey todo eso le parece un síntoma del hastío que le producen a Felipe los estudios universitarios en el Instituto Oficial de Construcción de Altos Hornos y sus ocupaciones en el dominio cívico y social.
Para el chambelán el hastío proviene de la facilidad que existe en los tiempos que corren para la práctica de juegos eróticos. La reina le recuerda al príncipe que si sus juegos juveniles han dejado de gustarle y el bridge y el polo no tienen atractivo para él le quedan todavía el fútbol y el dominó. El príncipe exclama que se casa y listo, el rey se ofende y lo trata de mocoso insolente.

Como lo está ofendiendo en su propia casa se verá obligado a lanzarle el anatema; la reina le ruega a Ignacio que no lo haga porque es el buen corazón del Felipe el que lo arrastra. El chambelán le observa al rey que, necesariamente, la acción del príncipe debe ser noble pues si no fuera noble el casamiento sería un escándalo. El rey aprecia la nobleza desproporcionada de la acción pero Felipe le aclara que no es por nobleza que lo hace.
La reina Margarita le ruega a su Fitito que no los contradiga, que ella lo autoriza a que les presente a la prometida; el chambelán y los cortesanos lanzan suspiros de admiración. En el momento que el príncipe presenta a Ivona el chambelán le pide a la joven en voz baja que haga una reverencia, como no la hace se lo pide Felipe, después se lo pide la madre, después el rey y otra vez el príncipe, pero Ivona permanece callada.

La reina le manifiesta al príncipe que están en el cenit de la emoción y a la joven que en adelante serán padres para ella, que el espíritu evangélico los colma de felicidad y que la belleza se encuentra en la cimas más elevadas del espíritu. El rey, a solas con Margarita y el chambelán, se desespera, fueron ellos los que tuvieron que hacerle la reverencia al monstruo horrible y no ella a los reyes, la reina le recuerda que a pesar de esa falta de modales la acción es bella.
El chambelán concluye que cuanto más horrible es la novia más bella debe ser la acción, que él tratará de descubrir las verdaderas intenciones del príncipe y que no conviene exacerbar su rebeldía. Felipe entra a su aposento con Cirilo, Ivona y un criado, echa al criado y le dice al amigo que habría que atarla a la pata de la mesa para que no se escape.

Piensa que su novia es un monstruo al que hay que cazar del mismo modo que los cazadores solitarios y nocturnos cazan a los búfalos; Cirilo protesta pues no se puede entender con él, entonces Felipe le dice que es justamente por el hecho que ella no tiene derecho a gustarle a nadie que se siente príncipe hasta la médula de los huesos, que uno nunca conoce su propia superioridad hasta que encuentra a alguien inferior, que ser príncipe para los demás no vale nada, que él quiere ser príncipe para él.
Ivona responde con el silencio a todas las preguntas que le hacen probablemente porque está asustada y ofendida, pero como les dice que no está asustada ni ofendida empiezan a investigar cómo funciona ese mecanismo. Es apática porque es dejada y es dejada porque es apática, una dialéctica monstruosa, un sistema cerrado; tiene miedo porque es tímida y es tímida porque tiene miedo, mientras tanto Ivona permanece impávida.

Le buscan desesperadamente una virtud, por más pequeña que fuere, cuando le preguntan si cree en Dios les responde que sí con un gesto de desprecio. Se les ocurre que utiliza a Dios como una pantalla para ocultar sus enfermedades, es una pena que no se la pueda curar con vitaminas pues no asimila los remedios. El príncipe descubre que lo está devorando con los ojos con una debilidad libidinosa y desvergonzada y decide asarla al fuego como si fuera una babosa.
El chambelán les pide a los cortesanos y a las damas que no se rían. El príncipe Felipe les presenta a Ivona, los miembros de la corte le responden con admiración y asombro, le ruega a su prometida que les dirija la palabra y le advierte a los invitados que es delicada, orgullosa y tímida.

Cuando la invita a que se siente ella hace un ademán para sentarse en el suelo, una de las damas le susurra al príncipe que se han dado cuenta de que el golpe teatral que está dando es contra ellas, que se compromete con esa infeliz para ponerlas en ridículo, a Yolanda con sus ungüentos y máscaras faciales, y sigue luego una cadena interminable de los reproches que se hacen unas damas a otras sobre las dentaduras y sobre los pechos postizos, sobre las espaldas torcidas, sobre los zapatos ortopédicos.
Se ríen de los defectos de las damas, el chambelán le advierte al príncipe que ha hecho cundir el pánico entre el bello sexo. Un cortesano, después de muchas dudas, les confiesa que ama a Ivona, que todo lo que estaba ocurriendo le parecía una infamia, que en un principio tenía ganas de protestar pero después le pareció mejor desistir de la protesta.

Felipe se atormenta, de golpe el momento se vuelve sagrado, le pide perdón a su prometida pues de repente descubre que puede despertar amor. Ivona llora. Inocencio confiesa que las chicas mejores le resultaban terriblemente difíciles mientras que con ella no había problemas.
Ni ella ni él podían encontrar algo peor, basta de remates al mejor postor, que de esa manera se respira tranquilidad, pero está celoso y le habla con pasión. Ivona le grita que se vaya. A partir de ese momento el príncipe siente que Ivona está enamorada de él, a pesar de que la humilla y la atormenta ella lo ama, lo ama porque él no la puede tolerar. Ivona calla. Si es su bienamado Felipe no podrá ya dejar de quererla, es necesario que la ame y la amará.

Le pide a Ivona que se ponga el sombrero para ir de paseo, y mientras caminan intentará amarla. El chambelán le dice a Cirilo que una mujer joven realmente desagradable puede obligar al joven que se le acerque confiado y entusiasmado a llevar por delante las cosas, a realizar actos horriblemente atroces que un gentleman no debiera conocer, pues si los conociera no sería gentleman.
Entran Ignacio y Margarita, el rey se está cagando en Dios y se pregunta qué mierda habrá inventado Felipe para que todas las damas estén tan alborotadas y se le quejen a la reina de que su hijo se comprometió con ese mono para burlarse de los dientes y de los senos postizos de las señoras, y la reina se queja de que los caballeros estén haciendo bromas fuera de lugar.

El chambelán les advierte que es mucho más que eso, que el príncipe ama a Ivona, que el hecho tiene algo de explosivo, que hay que desconfiar y tener cuidado, que puede provocar un estallido general. En una sala del palacio el príncipe habla con Cirilo, está susceptible, piensa que ahora es él el hazmerreír de la gente, no está acostumbrado a que la chusma se burle de él. El rey y la reina le preguntan a Ivona si está satisfecha, si le gustan las peritas con azúcar y crema fresca. Ivona calla.
El criado anuncia la llegada del médico que va a revisar a la novia antes del compromiso. La reina le dice al hijo que la decencia exige que Ivona salga del mutismo absoluto en el que ha caído, que le ha brindado su corazón de madre y pasado por alto sus defectos, el príncipe le responde amenazante que debe amarla, que nadie puede atreverse a dejar de amarla.

La reina y el chambelán le insinúan al rey que, quizás, en vez de inspirarle amor a Ivona le inspira miedo; el rey no encuentra motivos para que le tenga miedo pero sí los encuentra para el hastío que le deben producir a la joven los cargoseos de Margarita. La reina y el chambelán insisten, le piden que se familiarice con ella para que se habitúe a la corte, que se la van a mandar con cualquier pretexto.
El chambelán le aconseja al rey que le sonría a Ivona, el ir y venir de las sonrisas traerá la afabilidad. Ignacio se imagina que tendrá que sonreírle y hacerle las reverencias, y la tarada estará cagada de miedo, le pide la chambelán que no lo deje solo. Empieza la conversación preguntándole por las novedades, Ivona le contesta que hay un ovillo de lana y se calla.

El rey se acerca unos pasos y le pregunta si tiene un poco de julepe, ella retrocede, se le aproxima más aún y le dice que es padre como un hombre cualquiera, ella retrocede bruscamente y deja caer el ovillo de lana, el rey aúlla de rabia y el chambelán le dice que así no. El rey empieza a putear y la joven se escapa. El chambelán comenta que Ivona no sabe asustarse de una manera elegante y picante como algunas damas, tiene un miedo desnudo, un miedo en pelotas.
El rey se acuerda que hace mucho tiempo, cuando todavía no era rey, en ese mismo desván que están mirando ahora tuvieron una aventura con una costurera, también tenía miedo, después se suicidó, tenía el mismo aire de maltratada, la asociación se le apareció con una fuerza infernal.

Entra la reina y el rey le pide que no se le acerque, que tiene derecho a tener un capricho, que si no salió bien la cosa es porque se acordó de algo que le concernía a ella, que cuando miraba la forma de moverse, de temblequear y de rumiar de la tarada pensaba en cierto abandono de ella, en su dejadez, en su descuido y en su asquerosidad. La reina le pide que no le falte el respeto.
Cuando el rey se va la reina sermonea a la dama de honor por hacer monerías frente al espejo como lo estaban haciendo todas las señoras desde que la desdichada apareció en la corte. Intrigada por lo que le dijo el rey se le ocurre que alguien puede haberle mostrado el cuaderno donde escribe poesías, que pudiera ser que exista una relación entre el abandono y la asquerosidad de Ivona y sus poemas demasiado líricos, y entonces empieza a maldecir sus propias ensoñaciones, sus éxtasis, sus delirios y sus confesiones.

El príncipe le pregunta a la madre por qué el rey espanta a su prometida, por qué se abalanza sobre su novia para injuriarla, por qué Ivona le recuerda al padre algunos pecados de ella. Felipe está confundido, ¿así que el padre se arroja sobre Ivona porque la madre tiene pecados? Entra el rey y otra vez le pide a la reina que no lo mire, la madre le dice al hijo que no haga tonterías
Entonces el príncipe termina confesando que no la ama, que se siente estúpido y que se comporta de una manera idiota con Ivona. Felipe empieza a saludar a los padres, el rey le pregunta qué bicho lo picó, el príncipe le dice que con Ivona uno puede permitirse cualquier cosa, y lo saluda al chambelán que retrocede disgustado, que todo el mundo puede tocarla y hacer lo que quiera porque ella no va a protestar.

Cuando se retira la dama de honor el príncipe le besa la nuca y después le besa la boca, Isabel le dice que es un atrevido, él la abraza y la besa otra vez, tiene el propósito de hacerla sufrir a Ivona y pide que se la traigan mientras le declara su amor a Isabel. Le confiesa a Ivona que la engaña con Isabel, que ya no es más su prometida, le besa la mano a la dama de honor, le pide a Ivona que no se quede plantada delante de él y le comunica a Isabel que anunciará de inmediato su compromiso con ella.
Como Ivona no se mueve le pide a Cirilo que traiga de inmediato a Inocencio, su amante anterior, le dice a Ivona que no tiene ningún remordimiento, que es frívolo y no tiene piedad, que si no se va ella se pueden ir ellos. Ivona se inclina y levanta del suelo un pelo de Isabel.

Inocencio protesta pero el príncipe lo obliga a callarse y la pide a Ivona que le devuelva el pelo, Isabel le recuerda que tiene otros pelos. Felipe insiste en que le devuelva el pelo porque tiene el presentimiento que es a ellos a quienes lleva en ese pelo. Da órdenes de que no la dejen salir del palacio y demora el anuncio de la ruptura de su compromiso. Cirilo sospecha que todo va a empezar de nuevo pero el príncipe le asegura que la historia terminó haciéndole un gesto con la mano de que la va a decapitar.
Cuando el amigo le dice que devolviéndola a su casa ella desaparece le contesta que prefiere matarla, está enamorado de Isabel, no le preocupan los sufrimientos de Ivona, pero sí le preocupa que si se va los lleva con ella, a él y a Isabel, tiene que matarla y le pide ayuda a Cirilo.

El canciller le pregunta al rey qué vestimenta debe llevar el embajador en su viaje a Francia, el rey le contesta que vaya en pelotas, pide disculpas y le da libertad para que se vista como a él le dé la gana pero que pague de su bolsillo. El mariscal le pregunta que desearía comer en el compromiso del príncipe con Ivona, le responde que cagadas y escupidas, se disculpa enseguida.
Cuando el juez supremo le pide gracia para un viejo servidor, vocifera que nada de indultos, que le corten la cabeza, les exige a todos que no lo miren y los echa. El rey escondido detrás de un sillón le dice al chambelán que le gustaría saber qué cosas hace Margarita cuando nadie la ve, está empezando a sospechar que lo engaña. Le habla de la prosperidad de la inmoralidad, el cinismo y la desvergüenza, de que si pasara por ahí Ivona podría matarla, que ya otra vez lo habían hecho.

El chambelán lo previene de que es necesario, debido a los momentos que se viven, conservar la urbanidad y el tacto pero que en el banquete se podría servir un plato de pescado con muchas espinas como la corvina. Ivona se pone nerviosa delante de la gente, casi se ahoga con una papa, la corvina es un pescado difícil. El rey lo aprueba, esa idiotez es tan grande que no puede despertar sospechas.
Entra la reina y el rey se esconde tras el sillón otra vez. Margarita saca un cuaderno de poemas de amor y recita. Se siente humillada por la semejanza que encontró el rey entre sus escritos e Ivona y está decidida a matarla con un veneno volcando unas gotas en su medicina. Pero la tiene que matar con otro aspecto, se desordena el cabello, se pintarrajea y cuando está por entrar al cuarto de Ivona el rey se le echa encima y la detiene.

Le dice que es un monstruo, una infame y ella se desmaya. Cuando Margarita se despierta el rey le dice que ellos saben como matarla, que hace mucho tiempo habían ahogado a otra tarada. La reina no está de acuerdo, el rey le dice que la asesinará con estilo y majestad y de una manera tan idiota que nadie podrá pensar mal, que en el banquete de la noche se iba a manducar una corvinita a la crema exquisita.
Margarita le dice que ni loca piensa servir corvina, entonces el rey furioso le pide al chambelán que le alcance la corona, la reina retrocede aterrada mientras Ignacio la amenaza con pegarle y le exige que prepare y sirva la corvina. El rey se tranquiliza y le ruega que invite a los dignatarios más snob, a los viejos profesionales de la arrogancia capaces de paralizar a cualquiera.

No quiere ver más emociones ni éxtasis, le pide que termine con su poesía, que ella es más que esos versitos, que es la reina. A la noche todas sus chicas deberán exhibir su elegancia hasta reventar, quiere una recepción brillante, le ordena que vaya a cocinar. El rey y el chambelán escuchan pasos y se esconden, entra el príncipe con un cuchillo en la mano y Cirilo con una bolsa.
Desde fuera del cuarto ven como Ivona bosteza y caza moscas, Felipe aprieta el cuchillo y se prepara, cuando Ivona se queda dormida le pide a Cirilo que lo haga por él porque es tan fácil como degollar un pollo, Cirilo no se anima, entonces le pide que se vaya, que lo hará solo. Ivona suspira, entra Isabel, se espanta del aspecto que tienen los jóvenes y les recrimina a los dos de que se estén preparando para ser asesinos.

El rey escondido desea que la mate, Isabel le dice qué es de él en cuerpo y alma, que se ocupe de ella, pero el príncipe siente que todos están en el interior de Ivona, que los arrastra por el barro y hace de ellos lo que quiere. Isabel le ruega que la bese, el príncipe la observa a Ivona que ronca y traga saliva, Cirilo le pide a Felipe que bese a Isabel, el rey en silencio también lo anima, Isabel ofendida se niega a mendigar besos.
Felipe le implora que se quede, que no quiere perderla, que el beso será la salvación, la abraza y le pide que le diga que lo ama, Isabel se niega. Ivona aparece en la puerta restregándose lo ojos. El rey sale de su escondite y lo azuza al hijo para que la mate, le dice que hay que darle duro a la tarada, el chambelán lo contiene e Isabel los convoca a una huida general mientras el rey lo exhorta al hijo para que la degüelle viva con ánimo y valor.

Entra la reina vestida de gala con los invitados, los criados traen las mesas del banquete, entonces el rey se acuerda de la corvina y le pide al hijo que se detenga, que se arregle la corbata y que se pase un peine, y al chambelán le pide que le alcance la corona. El rey le ruega a todos los invitados que se ubiquen y que sienten frente a los reyes a la futura nuera.
Los invitados hacen reverencias, el rey les explica que se celebra la comida en honor a Ivona a la que condecora con el título de Princesa de Borgoña. Los invitados aplauden y se deleitan con la corvina. El rey y el chambelán la estimulan a Ivona para que coma, Ivona comienza a comer, Ignacio le dice que tenga cuidado con las espinas. Ivona se ahoga.

La reina y los invitados se lamentan de la pobre desdichada y se van retirando poco a poco mirando el cadáver de Ivona. Mientras el príncipe y el chambelán constatan que se murió atragantada con una espina la reina piensa en el luto, acaricia los cabellos del príncipe y le dice que está con él. El chambelán le ordena a los criados que la preparen para las pompas fúnebres y se pone de rodillas, todos se arrodillan excepto el príncipe. El chambelán y la reina le piden a Felipe que se arrodille. El príncipe se arrodilla.


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